Capitulo 8: Viaje en autobús.

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Cierro los ojos con fuerza al escuchar como, por quinta vez, el entrenador hace sonar su silbato.

Odio estar aquí. El autobús está repleto de miembros del equipo de lacrosse y yo soy la única chica. El dulce aroma de mi perfume favorito, del cual me echo media botella antes de salir de casa todos los días, ha desaparecido y en su lugar me han contagiado de los malos olores que produce el cuerpo humano masculino. Estoy sentada junto a Jared, un chico de lentes, rizos, cara repleta de acné y olor a sudor, a quien el entrenador consideró lo suficientemente tímido como para colocarlo a mi lado, sin temer de que este pueda incomodarme.
No me quejo, creo que es mejor que estar en la parte trasera del autobús, en donde Isaac, Scott, Stiles y, el recientemente rescatado, Boyd, se lamentan sobre lo ocurrido ayer.

Con los ojos aún cerrados, recuerdo. El aroma a sangre, los nervios, el enojo, la angustia y la premonición de muerte. Fue el peor de mis días en Beacon Hills, no me puedo olvidar del miedo que sentí al estar en medio de una manada de alfas, los cuales me miraban enfurecidos y listos para atacar, al igual que Spencer aquella noche.

El sonido de una arcada a mi derecha me hace abrir los ojos y pararme de golpe de mi asiento. Jared, quien resultó ser débil ante los viajes en carretera, luce terriblemente amarillo mientras se tapa la boca con una mano. Sin decirle nada, tomo mi bolso a su lado y me encamino hacia el fondo del vehículo, rebuscó entre mis cosas hasta dar con mi perfume y no dudo en rociar cada centímetro de mi piel. No hubiera venido de no ser porque el entrenador me amenazó con reprocharme si no lo hacía.

Mientras camino por el pasillo puedo sentir varias miradas sobre mi, entre las cuales destacan la de Isaac, quien sabe qué querrá ahora, y la de uno de los gemelos, que no parece ser amistosa. Tomo asiento a la derecha de Stiles, quien inhala profundo antes de hablarme.

—¿Por fin decides dejar de ignorarnos?

Me siento culpable por unos segundos, pero no lo demuestro.

—No los estaba ignorando, estaba huyendo de sus emociones, apenas si puedo con las mías.

—¿Las brujas pueden oler las emociones como los lobos? Todavía no lo comprendo bien.—dijo el chico, frunciendo el ceño.

—No, yo no soy parte animal —fruncí el ceño yo también—. Puedo sentirlas, como, intuirlas o presentirlas —desvié la mirada hacia Scott, quien estaba apoyado sobre el vidrio de la ventana y miraba el camino con los ojos perdidos—. A él no lo presiento muy bien... ¿Pasa algo, Scotty?

El moreno parece escapar de su nube. Mira en mi dirección y sonríe débilmente.

—Si, perdón —miró a Stiles y se acomodó en el asiento con cierta dificultad que me pareció sospechosa—. ¿Cuál era la palabra?

—Anacronismo.

Mmm, no, no quiero participar de esa conversación. Saqué de mi bolso un libro para colorear de princesas que el entrenador trajo para mí, y me enfrasqué en la sección de Tiana. No es que esté de acuerdo con el trato que el hombre me da, el cual parece ser el de su hija de diez años, pero mi teléfono no tiene señal y no encuentro otra manera de distraerme, por lo que no tengo otra opción.

—Es incongruente que estemos sentados en este autobús dirigiendonos a una tonta reunión después de lo que sucedió. Incongruente.

Escucho retazos de conversación, atenta a que no toquen algún tema que me incumba, como también a delinear la perfecta mandíbula del príncipe Naveen. Presiento que no podremos ignorar a Stiles por mucho más tiempo, está decidido a sacar a relucir lo que pasó sin importarle que nadie más piensa como él.

—Incoherente, fuera de lugar, absurdo.—respondió Scott, sin cambiar su semblante alicaído.

—Perfecto, siguiente palabra... Darach.

Witches (Teen Wolf)Where stories live. Discover now