LXXIX. Hermione no debe organizar

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Cuando Harry entró a su casa tuvo que agacharse de inmediato para no ser golpeado con una gigantesca carpeta de aspecto peligroso. En realidad toda la estancia tenía aspecto peligroso: carpetas igual de gruesas que la primera volaban de un lado a otro en una especie de sistema que Harry no se molestaría en descifrar. 

—¿Ginny? —preguntó en voz alta. Dejó su capa en la percha junto a la puerta y se internó en la estancia con paso vacilante—. ¿Estás abajo?

—¡En la cocina! —gritó de vuelta. Harry le lanzó una última mirada a las carpetas antes de dirigirse a la cocina.

Ginny comía cereal mientras ojeaba una revista mágica. Harry se acercó y la besó superficialmente antes de mirar el objeto dueño de su atención. 

—¿Vestidos? —murmuró confundido. Ginny asintió y dejó el cereal de lado.

No era una revista de vestidos cualquiera, no. Las modelos exhibían vestidos blancos de todas las texturas, longitudes, expansiones, detalles y marcas. Vestidos de novia. Para una boda. Su boda. De Harry con Ginny. Ginny con Harry. Una boda que se llevaría a cabo dentro de tres meses. 

—Hermione vino de visita en cuanto volví de entrenar —informó Ginny—. Está completamente escandalizada porque no habrá tiempo para planear la boda. 

—Pero faltan tres meses —mustió Harry, adueñándose del cereal mientras Ginny asentía con la misma confusión del pelinegro.

—Eso le dije, pero ella alegó que teníamos cita para el banquete y las pruebas de vestido, que teníamos que decidir el color de los manteles, el tipo de platería, las copas, las flores y los tocados —habló rápidamente, de pronto Harry tuvo dificultades para tragarse el cereal—. Dijo que todo tenía que estar en perfecta armonía.

—Por favor dime que ya se fue —pidió con más preocupación de la que quería admitir.

—Si, se fue y dejó el desastre de carpetas en la estancia —rió—, se acomodan según su importancia, pero ya que Hermione hizo el encantamiento, todo parece ser importante.

A diferencia de Harry, ligeramente aturdido por toda la información, Ginny parecía muy divertida con la situación. 

Había que ser sinceros: Harry no quería una boda tan espectacular, de hecho, tampoco Ginny. Hace un un par de meses ambos habrían accedido a escaparse a los pueblos mágicos de Italia para casarse, pero Harry de verdad, de verdad, de verdad quería darle un anillo precioso a Ginny (y le habría dado el mundo entero pero, en palabras de Ginny, "¿Dónde lo pondría?"), así que cometió el error de acudir a Hermione.

—¡¿ITALIA?! ¡NO PUEDES IRTE A ITALIA Y CASARTE ALLÁ, POTTER! ¡¿Qué diría el Señor Weasley?! ¡¿Qué dirían sus hermanos?! ¡¿Qué diría Ginny?! —había exclamado la castaña, horrorizada con la simple idea. 

—Ella propuso Italia, Herms —balbuceó Harry.

—¡Tonterías! —bufó— Iremos a esa tienda de joyas, comprarás un bonito anillo y planearemos esta propuesta como es debido. 

Lo que quiso decir es que Hermione se arrancó un par de mechones con tal de mantener a todos en su sitio durante el cumpleaños de Ginny hasta que Harry sacó el anillo y pidió su mano. Le hizo pedir permiso y todo.

—Eres un caballero, Harry Potter, y Ginny es la princesa de los Weasley. Estás a punto de llevarte a su princesa —acusó con molestia. 

—No me la estoy robando, Hermione, por el amor de Dios. Sólo quiero casarme con ella y...

—¡Ya ni siquiera vive con ellos! ¡Le vas arrebatar su apellido para siempre, Harry! ¡Lo mínimo que puedes hacer es pedirles que, por favor, te dejen ser su esposo! 

¡Ey! Ginevra (One-Shots) © [Harry&Ginny]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora