Capítulo 44. No lo permitiré

53.4K 3.9K 654
                                    

Alessio

Contemplaba con una sonrisa de idiota la mujer a mi lado. Nuestras piernas estaban enredadas y no pude resistir la tentación de tocar sus muslos desnudos. Recorrí cada imperfección con mis manos, que ante mi tacto se sentían perfectas. Gina se removió y abrió los ojos despacio. La sonrisa que iluminó su rostro me mató. Podría acostumbrarme a esto y pasar a su lado el resto de mis días.

—No te fuiste —dijo aún soñolienta.

—¿Y por qué debería irme? —Trató de apartar sus piernas, pero se lo impedí.

—Tienes que trabajar.

—Soy el dueño, Gina. —Levanté una de mis cejas.

—Perdón, señor Lombardi.

La llevé más cerca de mí y dejé un beso en sus labios.

—Te llevaré a un lugar hoy. —Me miró con desconfianza.

—Tengo que trabajar, yo no soy dueña de una empresa —refunfuñó en tono de burla.

—Entonces te llevo. Cuando salgamos, vamos a donde quiero llevarte. —Se quedó en absoluto silencio, como sopesando mis palabras.

—¿Estás seguro de que quieres pisar la empresa de los Berlusconi? —curioseó—. Además, esa mujer estará ahí. No quiero que vayas. —Pude ver la preocupación en su rostro.

No quería que nada la angustiara.

—Eres mía. —La agarré de la barbilla para que me mirara—. Todos deben saber que lo eres. Esa mujer está enterrada, Gina. Quiero todo contigo. —Deposité otro beso sobre sus labios y mis manos recorrieron la suavidad de su piel.

—Debemos salir de la cama —soltó mientras lo hacía.

Mi pene tuvo una reacción inmediata al ver su cuerpo desnudo, pero tenía que controlarme. Ella era solo mía y tendría todo el tiempo del mundo para explorar cada centímetro que me faltara.

—¿Dónde está Deyna? —cuestionó de repente. Me sacó de mi ensoñación—. Encontré muy extraño que tú me convocaras directamente aquel día. —Se recogió el cabello y envolvió su cuerpo en una toalla.

—Está reclutando. —Se quedó pensativa—. ¿Pasa algo con ella?

—Sé que tuviste tus cosas con ella.

Tragué seco.

—¿Quieres que la despida? Haré lo que digas. —Se acercó a mí, seductora.

—Ella es buena en su trabajo como "agente". Mantén tus manos y tu pene fuera de ella.

La tomé por el brazo y la acerqué más a mí. Necesitaba hacerle entender que solo la quería a ella.

—No haré nada para lastimarte.

Asintió, se soltó de mi agarre y me hizo un gesto con la mano para que la acompañara.

Nunca antes me sentí tan completo. Gina era la pieza que le faltaba a mi rompecabezas.

No recordaba la última vez que pisé las instalaciones de los Berlusconi. Gina abrió los ojos al mirar que la acompañaría al interior. Le ofrecí mi mano y ella la agarró. Debía acostumbrarse a ser mi mujer, aunque también debía acostumbrarme a este nuevo estatus. Me asustaba, sí, pero estaba dispuesto a correr el riesgo.

Todas las miradas recayeron sobre nosotros y los comentarios en voz baja no se hicieron esperar. Gina trataba de esconder su rostro sobre mi hombro, pero todos sabían que se trataba de ella. Era única e incomparable. Aun así, se moría de la vergüenza. Aquello me divertía mucho. Había mucha inocencia en ella y eso era lo que me tenía realmente enamorado.

—¡Ay, por amor a todos los adonis! —comentó un tipo amanerado.

Me imaginé que se trataba del diseñador.

Las miradas de odio también aparecieron. Todas las mujeres allí miraban a Gina de manera despectiva, así que la tomé por la cintura y la llevé más cerca de mí. Ella no debía sentirse inferior. Su belleza iba más allá de lo que estas mujeres podrían entender. No tenía nada que envidiarle a nadie. Era perfecta.

—¿Y qué trae por aquí al increíble Alessio Lombardi? —indagó Camilo Berlusconi con sarcasmo. Miró mi brazo alrededor de la cintura de Gina y su rostro se ensombreció.

—Vine a traer a mi novia. Por desgracia, trabaja aquí. —Le sostuve la mirada.

El cuchicheo armonizaba todo el lugar y entonces ella apareció.

—Alessio, cuanto tiempo —ronroneó con descaro. La escruté de arriba abajo con molestia y posé mi interés en Gina sin siquiera contestar su saludo.

—Solo llámame cuando termines —musité y acaricié su rostro.

Me regaló una hermosa sonrisa.

—Está bien —aceptó con el rostro colorado.

La besé con ternura y me dispuse a salir de allí. El ambiente era más que tóxico.

Miré sobre mi hombro; algunas de las modelos se le acercaron a Gina, pero el diseñador las apartó de ella y se la llevó con él a otra habitación. Seguí mi camino. Necesitaba poner distancia con aquella mujer porque no respondería por mis actos si ella me provocaba. No podía creer lo bajo que había caído, pero de una mujer como ella no se podía esperar menos.

—¡Alessio! —escuché que vociferaron detrás de mí.

Detuve mis pasos.

—¿Qué demonios quieres? —espeté sin girarme hacia ella.

—¿En verdad crees que vas a ser feliz con ella?

Giré sobre mis talones y la observé con enojo.

—Es la mujer que quiero.

—La quieres, pero no la amas. Nunca te va a complacer como yo.

Caminé amenazador hacia ella y la agarré con fuerza por el brazo.

—Escucha muy bien lo que voy a decirte, porque será la única vez que lo haga. No intentes nada en contra de ella. Si lo haces, no me temblará el pulso para hundirte mucho más de lo que ya estás.

La aparté de mí con brusquedad y me marché de allí.

Tenía la certeza de que Catalina Leoni buscaría la forma de joderme, aunque yo no se lo permitiría.

La Oscura Obsesión de Alessio✔ (Libro #1 serie Oscura +18) Disponible en AmazonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora