Capítulo 74. Estar bien

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Alessio

Caminé de un lado a otro con impaciencia en la sala de espera de aquel hospital. Esperaba por la familia de Gina. Ni siquiera sabía por dónde iba a comenzar a contarles toda la historia, pero de lo que sí estaba seguro era de dejarles saber que el hombre que le hizo esto a su hija estaba muerto. La casa se hallaba rodeada. No quedó ningún tramo de perímetro por cubrir. En cuanto puso un pie en el patio trasero, la lluvia de disparos resonó bajo aquella tormenta. Recuerdo haber sujetado a Gina con fuerza y luego gritarle a los paramédicos por haberla arrancado de mis brazos. Estaba perdido. Sin Gina nada tenía sentido.

Genave entró corriendo, seguida por su padre y la madre de Gina. Me observó en silencio, se lanzó a mis brazos y rompió en llanto. El señor y la señora Stevens se quedaron a una distancia prudente. Podía ver el dolor en sus miradas. Quería acercarme a ellos y decirles que sentía no haber podido proteger a su hija como debía.

El señor Stevens caminó hacia mí.

—Lo puedo ver en tus ojos, sé que te estás culpando en este momento. —Me miró a los ojos—. Solo ese vil hombre tiene la culpa. —Colocó su mano sobre mi hombro.

No pude evitar abrazarle. Estaría roto y destruido para siempre si perdía al amor de mi vida. Era bueno saber que su familia lo sabía.

—Él está muerto —comenté con voz ronca.

Pensé que decirlo en voz alta me haría sentir menos culpable.

La mamá de Gina se acercó y terminó con la distancia que nos separaba.

—Lo sabemos —expresó ella con lágrimas en los ojos—. Salió en las noticias —Tocó mi rostro, algo que me sobrecogió. Al poder mirarla de cerca, me di cuenta de cuanto se parecían ella y Gina.

El médico se aproximó a nosotros. Al escrutar sus ojos, supe que algo no estaba bien.

Maximiliano y yo fuimos juntos a la misma escuela, luego a la universidad. Siempre fue un tipo reservado y de bajo perfil. Ser médico fue la profesión y el sueño de toda su vida, pero siempre, a pesar de sus años de experiencia, le costó dar malas noticias.

—Logramos sacar la bala y detener la hemorragia, aunque perdió mucha sangre. —Posó su mirada en mí—. Fue muy doloroso para ella. La droga que le suministraron bloqueó por completo a la anestesia. Prácticamente le hicimos el proceso a sangre fría. Es fuerte —reconoció. Sentí una gran opresión en el pecho—. Logramos estabilizarla, pero tenemos que ver cómo responde. Ahora mismo que siga adelante dependerá de ella. —Me puso una mano sobre el hombro en señal de apoyo.

—Ella lo hará, saldrá de esta. Es la más fuerte del mundo —opinó Genave, esperanzada y con lágrimas en los ojos.

—¿Podemos verla? —inquirí.

—Por ahora solo una persona puede pasar a verla.

Miré a la madre de Gina. Me hizo un gesto negativo con la cabeza.

—Ella te necesita a ti —dijo con dulzura—. Solo necesita escuchar tu voz ahora.

Le regalé una triste sonrisa de agradecimiento y seguí los pasos de Maximiliano hacia la habitación donde se encontraba Gina. Entré despacio y procuré no hacer ningún ruido. Sentí que todo se derrumbaba dentro de mí cuando la vi rodeada por todos esos aparatos. Su rostro estaba pálido y sus labios secos. Se veía tan quebrada e indefensa, como una flor cuando comienza a marchitarse. Sin embargo, no dejaría que muriera. Tenía que renacer como la primavera. Me había dicho que sí, que se casaría conmigo. Ahora debía luchar para cumplir su promesa.

Dejé un beso sobre el reverso de su mano y le aparté un mechón de cabello que le caía sobre la cara. No recordaba el momento exacto en el que me sentí perdido por ella. Lo que sí rememoraba era haberlo sabido. Me enamoré de esta mujer y la perseguí como un loco acosador. No me arrepentía de nada, incluso volvería a hacer todas aquellas locuras por ella. Mataría ahora mismo por tenerla en mis brazos y sentir el calor de su piel. Tenía que hacer que ella volviera a mí.

—Recuerdo cuando me dijiste que esto era algo pasajero. Me enojé tanto. Quería hacerte pagar por ello. —Hice silencio y cerré los ojos—. Si me hubiese imaginado cuanto iba llegar a amarte ese día, no me hubiese ido con esa chica. En realidad, no habría hecho todas las cosas estúpidas que hice. —Acaricié su rostro y dejé un beso corto en sus labios.

—Señor —me llamó una de las enfermeras. Debía marcharme. Me giré para mirarla—. Le daré un minuto más. —Me miró con pena y salió de la habitación.

Me volteé de nuevo y me encontré de frente con su intensa mirada. Sus ojos estaban abiertos de par en par y unas lágrimas mojaban las comisuras de sus párpados. Esa era la confirmación que necesitaba. No deseaba nada más, solo el hecho de saber que ella no me dejaría, que esto que pasó no la vencería. Me hizo un cansado gesto con la mano para que me acercara a ella. Acarició mi rostro y separó los labios, pero sabía que le costaría hablar. No quería que se forzara.

—No tienes que decir nada... —Puso sus dedos sobre mis labios.

Shhhh. —Me dio una sonrisa—. Gracias, amor —susurró con voz cansada. Su afirmación me hacía amarla aún más—. Gracias por hacerme regresar. —Sus ojos volvían a cerrarse despacio.

Y aquello era la confirmación de que al fin todo estaría bien.

La Oscura Obsesión de Alessio✔ (Libro #1 serie Oscura +18) Disponible en AmazonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora