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Cuando Xie Lian describió a Mu Qing, como alguien con mala autoestima, Feng Xin creyó que afectaba únicamente la percepción que tenía de sí mismo en cuanto a sus gustos. Ya tenía en cuenta que se sentía fuera de lugar por no encajar en el estereotipo masculino que se le había impuesto, e incluso estaba preparado para que Mu Qing jamás admitiera su gusto por la escarcha y los afelpados.

Al final del día, era inevitable que se sintiera como si fuera algo de lo cual avergonzarse.

Lo que nunca esperó, fue encontrarse con un Mu Qing incapaz de aceptar su propio valor como un ser humano. Uno que estaba dispuesto a torturarse a sí mismo por aquellos errores que cometió en el pasado; uno predispuesto al futuro, aterrado de arriesgarse, por miedo a fallar de nuevo.

Y cuanto más lo pensaba, más descorazonador se volvía.

Mu Qing sufriendo en silencio, porque era incapaz de hablar sobre cómo se sentía realmente, y, aun así, intentando mostrar su cara más fuerte; lidiando con el hecho de saber que Feng Xin no parecía ni siquiera afectado por el distanciamiento, porque si Mu Qing no lo correspondía no había manera de que Feng Xin hiciera algo tan bajo como intentar generar lástima o rogar; repitiéndose a sí mismo, todos los días, que había tomado la mejor decisión.

Sobre todo, se imaginó cómo debía sentirse Mu Qing, especialmente ahora, sabiendo que su distanciamiento preventivo había dado el efecto contrario al deseado. Respecto a esto, lo consoló reafirmando que todo fue un malentendido y que ambos podían sentir miedo e inseguridades.

Por fortuna, Feng Xin era un hombre de aprendizaje rápido, se había vuelto más consciente sobre sus fallas y cómo sus acciones habían perjudicado a Mu Qing en los meses anteriores. Y, en realidad, desde que aprendió lo muy rota que estaba su autoestima, quiso ayudar poniendo su granito de arena.

No era tan ingenuo para creer que las cosas simplemente se resolverían por sí solas.

La autoestima de Mu Qing se había estado quebrando durante muchos años y no se repararía de un día para otro; tampoco se aceptaría a sí mismo, mágicamente, sólo porque Feng Xin lo hacía.

No podía tomar decisiones por Mu Qing. No podía obligarlo a aceptar que necesitaba ayuda profesional, ni forzarlo a la idea de que podía compartir sus cargas; esta era una decisión que solamente Mu Qing podía hacer.

Pero aún podía permanecer a un lado del camino, dispuesto a tomar su mano, a sostenerlo en sus brazos, a hacerlo reír; pero, también, dispuesto a aventar la verdad en su cara si hiciera falta. Por eso, pese a saber todo esto, él aún sintió que sería un lindo detalle si exteriorizaba sus propios pensamientos y sentimientos frente a Mu Qing.

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Sabía que compartir su dolor con otro le hubiera dado una sensación de alivio pasajera, pero, lo había hecho muy pocas veces en el pasado; y, probablemente, lo haría muy pocas veces en el futuro.

Cuando decidió distanciarse de Feng Xin esto no cambió.

Mu Qing era esta clase de persona cuya amistad estaba a disposición de todos, pero no pretendía abrirse con terceros. Habían pasado muchos años antes de que se sintiera en confianza suficiente para hablar de sentimientos con los únicos amigos que tenía, Xie Lian y Yin Yu, pero era muy poco frecuente que lo hiciera.

Cuando se trataba de Feng Xin, sin embargo, todo era complicado en muchos aspectos.

Feng Xin era esta clase de hombre, profundamente leal, que, a pesar de cualquier adversidad, jamás abandonaría a nadie. Tomaría la mano de su hermano caído y, aunque su propio brazo se hubiera dislocado, no lo dejaría caer. Por ese mismo motivo, Mu Qing siempre supo que, de haber hablado abiertamente, Feng Xin lo habría entendido y jamás lo hubiera dejado ir.

Castle Of Glass {FengQing} [TGCF]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora