III

2.2K 184 197
                                    

—Anne... —alguien me llamaba a lo lejos.— Venga ya... —caricias en mi brazo me brindaron más tranquilidad que la que ya sentía, aun así no lograba ver el rostro de quién me hablaba y acariciaba.— Por Dios mujer, ni en un apocalipsis dejas de ser perezosa. —una tenue risa se hizo presente.

Esa voz y risa la conocía de memoria, una inevitable sonrisa se escapó de mis labios mientras apretaba con fuerza mis ojos, no era ningún sueño, era Jungkook. Lo pude comprobar cuando abrí uno de estos para encontrarme con la sonrisa burlesca de mi amigo.

—Buenos días dormilona. —reí negando ante su saludo, él solo sonrió.

Comencé a estirarme como normalmente lo hacía sintiéndome completamente cómoda, el dormir había causado el efecto de completo descanso en mi cuerpo, algo que realmente necesitaba ante todo lo que había corrido horas anteriores.

—Mataría por un sándwich en estos momentos. —murmuré sentándome en la cama improvisada quedando a la par de Jungkook.

—Créeme, también yo. —respondió mientras miraba un punto fijo de la habitación, al parecer no llevaba mucho tiempo despierto, podía suponerlo por cómo no despegaba la mirada de una pequeña muñeca de lana.— Lo único que tengo para ofrecerte son galletas con jugo de naranja.

—Eso suena como el paraíso también.

Su mirada cayó en la mía y me regaló una pequeña sonrisa para luego incorporarse, mis ojos se abrieron de par en par al momento que noté la falta de sus pantalones, mi mirada luego de analizar inevitablemente la espalda baja de mi amigo cayó a mis manos, las cuales se encontraban entrelazadas sobre mi regazo. Por su acción sin señal de pudor y vergüenza pude comprobar lo que anteriormente pensaba, aún no despertaba del todo.

Por otro lado; vaya, sí que ha cambiado.

—Aquí están. —medio canturreó llegando a mi lado para dejar un paquete de galletas a mi lado.

—Deberías meterte bajo la frazada, ¿No crees? —comenté ignorando las galletas.

No obtuve respuesta, solo un movimiento demasiado alarmado de su parte cuando supongo notó como se encontraba.

—L-lo siento. —murmuró ya tapado.

Levanté mi mirada encontrándome con un sonrojado y avergonzado Jungkook el cual no me miraba de regreso; estaba evitando el contacto visual.

—Ya no somos niños, tenemos veinte años, no creo sea la gran cosa estar en ropa interior. —solté esperando mi comentario causara su relajo, por la forma en que se alarmó y me miró supe que no lo había hecho.

—¿Estás loca? Eso lo hace aún peor, Anne. —golpeó mi frente.— Ya no somos niños, nuestros cuerpos ya no son los mismos, por lo mismo esta situación es peor... también un poco peligrosa. —murmuró lo último llamando a mi intriga.

—¿Peligroso? No es como que te vaya a violar Jungkook.

Sus ojos nuevamente se abrieron de par en par observándome como si estuviera loca.

—¡Por Dios, Anne! —chilló en un susurro.— Estás realmente mal, sé que no me violarás, estúpida.

—¿Entonces? ¿Por qué tanto miedo? —cuestioné acercándome a él con la idea de incomodarlo.— Jamás haría algo que no quisieras.

—¡Ya! —se alejó completamente avergonzado, había logrado mi objetivo por lo que reí en lo bajo.— De verdad que la sangre de tú madre predomina a la de tú padre. —su mirada no se despegaba de la frazada, lo cual hacía más divertida la situación.

30 minutes ; Jeon JungkookWhere stories live. Discover now