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—Ven con nosotras Miriam —la voz de Teresa me hacia sentir tranquilidad, pero ese lugar me hacia sentir extraña, no quería ir, no quería acercarme. 

—No voy a ir, mejor vámonos a casa —dije tomando sus manos, ambas chicas se soltaron de mi agarre y sus miradas determinadas bastaron para saber su respuesta. 

Teresa y Rosa... se fueron por ese camino que no me gustaba para nada, quería detenerlas, pero algo me lo impedía.

—¡Vuelvaaaaaan!

—Tranquila Miriam, solo es un sueño —dijo mi abuela que estaba junto a mi con una jarra de agua.

Estaba mojada en sudor frío, las pesadillas no dejaban mi mente y la culpa por no detenerlas me consume mi cuerpo.

—Debí detenerlas abuela... —solloce —pero no pude, sentía como si no pudiera avanzar a ese lugar —varias lagrimas corrían por mis mejillas como ríos.

—No fue tu culpa Miriam, pronto te ayudaré a encontrarlas, ya verás que con paciencia y mucho esfuerzo de tu parte padrastro encontrarlas —dijo para luego irse y alistar sus cosas, ya que era hora de partir a casa de mi abuela.

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Teníamos más de cinco horas de caminar bajo el inmenso y caluroso sol, mi abuela iba dos pasos adelante con una pequeña bolsa en donde llevaba sus cosas, yo llevaba una bolsa un poco más grande en donde tenía casi todas mis cosas.

La verdad jamás creí que el camino fuera tan largo, mis pies me dolían un montón.

—Tranquila Miriam ya casi llegamos, mira es esa casa de ahí —me señaló una casa de madera que parece un poco abandonada.

La verdad da un poco de escalofríos verla, pero espero pueda acostumbrarme a ella, después de todo no se cuantos años vaya a vivir en este lugar. 

Pienso que serán muchos por todo lo que me hizo empacar mi madre, la curiosidad que sentía era muy grande. 

Continuamos caminando, había un pequeño camino en medio de los arboles que hacia que todo estuviera fresco y el sol no pegaba tan fuerte ya que las copas de los arboles detenían los rayos del sol. 

Una pequeña brisa pego en todo mi cuerpo, sentía que el bosque nos daba la bienvenida con esa brisa que se sintió refrescante para el calor que sentía hace unos pocos momentos. 

Cuando llegamos a la casa, esta no se veía tan deteriorada como había imaginado al verla de lejos, era toda de madera y el techo estaba llena de hojas secas que caían de los grandes arboles. 

Mi abuela iba adelante de mi, y fue la primera en subir los escalones de madera que rechinaron al ser pisados por mi abuela, todo el piso crujía por el peso del cuerpo de la adulta con la que viviré, no conozco nada de ella y por eso no tengo tanta confianza. 

Mi madre me dijo que tenia que obedecerla y que hasta que estuviera lista volvería a casa para cumplir con lo que tenia que hacer, ni siquiera me pude despedir de mi padre, aunque supongo que no notaria mi ausencia, después de que paso lo de mis amigas ni siquiera me vuelve a ver. 

Di el primer paso para subir los tres escalones de madera, después la puerta en donde estaba mi abuela esperándome para entrar.

—Entra que no es bueno estar sola en este lugar —dijo cerrando la puerta, cada cosa que salía de su boca me hacia temblar ya que la mayoría eran algún tipo de advertencia que sonaba como si fueras a morir en cualquier momento.

La casa estaba llena de cachivaches, algunos jarrones con contenidos dudosos y muchas plantas encima de una mesa.

—Miriam sígueme y no toques ninguna de las cosas que están en la casa, ya que puede pasarte algo malo —hay esta otra vez, claramente mis deseos de ir y tocar todos fueron opacados por su comentario, pareciera que hubiera sabido cuales eran mis deseos. 

La seguí hasta una habitación pequeña en donde había unas sabanas y un pequeño estante donde poner la ropa. 

—Aquí dormirás y puedes tocar lo que desees en este lugar, fuera de aquí tendrás que decirme que vas a tocar y donde estarás ya que... 

—Puede pasarme algo malo, ya lo se —dije interrumpiendo, su rostro no demostró ninguna emoción y creí que pudo haberla molestado mi falta de respeto para con ella.

—Iré a desempacar deberías hacer lo mismo, te llamare cuando este la comida —y se fue, eso fue un poco incomodo. 

Coloque el pequeño maletín que me había dado mi madre con todas las cosas que necesitaba, comencé a explorar la pequeña habitación, toda la casa parecía que era de madera, una madera un poco vieja ya que en una parte del cuarto se puede ver como esta desgastada por la lluvia. 

Enfrente de donde estaban las sabanas— que supongo será mi nueva cama —había una ventana que estaba cerrada por un pequeño picaporte de metal. 

Pase por encima de las sabanas para tratar de abrir la ventana, pero al tocar el picaporte sentí como si me hubieran picado, volví a ver mi dedo y tenia un punto rojo, será que tiene un astilla o algo así, volví a intentarlo, pero el resultado fue el mismo y esta vez el punto rojo había crecido.

—Se me olvido decirte que no puedes abrir la ventana —pegue un salto al escuchar la voz de la abuela en la entrada de la habitación, ya es la segunda vez que me asusta de esa forma, tendré que ponerle un cascabel para escuchar cuando se acerca. 

—Vas a hacer que muera de un infarto —susurre, pero ella lo escucho pues comenzó a reír, se había cambiado de ropa y llevaba ahora una túnica azul y una cuchara de madera en la mano. 

—No exageres niña, todavía falta para que este la comida desempaca y ven conmigo a la cocina —y volvió a irse supongo que a la cocina. 

Hice lo que me dijo, volví a tomar la maleta café que descansaba en el mueble de madera que había a un lado de las sabanas, la abrí y todo estaba doblado casi a la perfección, lo único que tuve que hacer fue sacar todo con sumo cuidado y colocarlo en el mueble.

"Bien creo que ahora tengo que ir a la cocina"

Me levante y salí de la habitación, iba por un pequeño pasillo, el sonido de mis pasos se escuchaba por todo el pasillo, tenia unos cuadros de naturaleza se veían hermosos, llegue a la sala principal en donde estaba la puerta en donde se salía de este lugar.

Ahí estaba el estante con los frascos con contenidos que no logro saber que son, la mesa ya no tiene ninguna planta encima de ella, pero estaban en una canasta en el mueble de los frascos de vidrio. 

Junto a la mesa había otro pasillo que no note cuando llegue— debe de ser la cocina —me encamine a ese lugar tratando de no tocar nada ya que en parte las advertencias de la abuela daban un poco de miedo. 

La abuela estaba enfrente de mi, estaba cocinando en un caldero encima del las llamas de fuego, había otra mesa y otro estante esta vez con un montón de frutas y verduras. 

—Llegaste a tiempo, la cena esta casi lista solo unos minutos más —asentí y me mantuve un poco alejada del imponente fuego que iluminaba toda la habitación —me pasas los tazones en la encimera de halla —y señalo otro estante de madera con tazones, jarras y algunas cucharas.

Hice nuevamente lo que me pidió y comenzó a servir la deliciosa sopa de verduras. La abuela comenzó a caminar por el pasillo del cual antes había llegado a la cocina, la seguí.

Coloco los tazones en la mesa y ambas nos sentamos en las sillas que la rodeaban.

—Después de comer te contare algunas cosas de nuestra familia que tu madre no ha querido decirte —y ella empezó a devorar la sopa como si llevara más de un mes sin probar bocado, todo mi apetito se había ido con sus palabras ¿Qué es lo que mi madre jamás me conto? ¿Qué tan grave es este secreto? ¿Por qué estoy aquí?


Orígenes [#1: TRILOGÍA ABBADON]Where stories live. Discover now