Pista 64. Up where we belong

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Los primeros besos y caricias de la mañana se habían convertido con el paso del tiempo en algo sagrado en la relación, por muy tempraneros que fueran y una de las dos tuviera que abandonar el calor de las sábanas. Por eso, cuando Luisita se despertó esa mañana para ir a la oficina, Amelia correspondió sus besos matutinos como cada día pero en lugar de levantarse y desayunar con ella, prefirió continuar en la cama y, al no tener ningún compromiso laboral, la rubia tampoco dio más vueltas a que descansara un rato más.

Amelia seguía enlazando un proyecto con otro, unas veces montajes teatrales de poca duración en la cartelera y otras rodajes de películas que se alargaban alrededor de los tres meses, pero habían conseguido entre las dos un equilibro sabiendo que les iba muy bien en el aspecto profesional y, cuando tenían ocasión de coincidir varios días libres disfrutaban de ellas por todo el tiempo que no habían podido hacerlo antes y el tema "trabajo" quedaba fuera de sus conversaciones.

En los últimos tiempos, la morena había tenido varios trabajos en los que pasaba tiempo fuera de Madrid y en unos rodajes que, por ahorrar en costes de producción, eran bastante intensivos, con poca posibilidad de repetir tomas con el consiguiente estrés para que salga bien a la primera, además de coincidir con algún director con unos modales no demasiado amables para dirigirse a sus actores y, al volver a casa al finalizar la producción, tenían que pasar varios días hasta que ella misma se sentía recuperada de tanta intensidad acumulada.

Salió de la cama alrededor de las diez de la mañana y, tras pasar brevemente por el baño, se calentó el café que le había dejado preparado Luisita cuando se tomó el suyo un par de horas antes y se hizo una tostada que, después de muchas vueltas no terminó de comer.

Buscó una playlist para que le acompañara mientras limpiaba y recogía un poco la casa aunque ninguna de las que aparecían de manera aleatoria terminaban de convencerla hasta que encontró una más acorde a su estado anímico y a las tareas a realizar y se puso con ellas.

Rechazó la invitación para comer de su madre alegando que estaba estudiando un guión para una prueba y quería aprovechar bien la mañana y la autoinvitación de Devoción de comer allí diciendo que tenía la casa desordenada hasta que la mujer entendió las excusas que le daba su hija y dejó de insistir. Hizo ensalada de pasta suficiente para comer ella y para que Luisita tuviera al día siguiente y, después de poner una película en la televisión a la que no le hizo mucho caso, extendió la esterilla de yoga en el salón para tratar de ver si, de esa forma, lograba encontrar un poco de serenidad.

Tras ducharse, se vistió con una camiseta larga y cogió la guitarra para dirigirse a la terraza y tocar un rato con Harvey como espectador de excepción, atento a cómo su humana morena rasgaba las cuerdas del instrumento y cantaba canciones que le parecían algo tristes aunque no las terminaba de entender.

- Amelia ¿estás fumando? – preguntó la rubia nada más entrar en casa al regresar de la oficina y detectar el olor a tabaco en el interior.

- Sí, he cogido uno de la cajetilla que tienes para emergencias – justificó mientras Luisita dejaba sus cosas en el perchero y mueble de la entrada.

- ¿Todo bien? ¿Desde cuándo fumas tú? Porque no te he visto fumar nunca – llegó hasta ella y le dejó un beso en la mejilla acariciando su espalda.

- Desde que tú no fumas – señaló expulsando el humo del cigarro y tosiendo levemente.

- Muy de vez en cuando – se defendió.

- Pues eso.

- ¿Qué pasa para que estés fumando? ¿Estás bien? – se preocupó.

- ¿Podemos hablar? – demandó mirándola a los ojos por primera vez desde que había llegado.

Cara B - [A Luimelia playlist]Where stories live. Discover now