Hamilton

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13. Hamilton

Todo era silencio en el dormitorio de Santana, quien aun dormía profundamente. Después de un mes de insomnio, por fin el sueño había podido más que su angustia y su tristeza. Pegado a su cuerpo, como si de un oso de peluche se tratara, se encontraba el marco con el regalo de Brittany, y ni siquiera el hecho de que se le clavase las esquinas en el costado había logrado despertarla.

De pronto unos pasos se oyeron por las escaleras y dos muchachas de cabello oscuro y rasgos similares irrumpieron escandalosamente en su habitación.

- ¡Santana! – gritó una de las muchachas.

- ¡Despierta dormilona! – Exclamó la otra.

Santana abrió los ojos sobresaltada y se sentó de golpe en la cama. Una de las alborotadoras, descorrió las cortinas cegándola y la otra se sentó a los pies de la cama.

- ¡Buenos días!

- ¡Mercedes! ¡Lauren! ¿Qué hacen aquí? – Preguntó Santana frotándose los ojos.

- Hemos venido a despertar a la bella durmiente – Bromeó Mercedes.

- No es cierto, bueno sí, la verdad es que hemos venido para sacarte de esa tristeza y devolverte un poco de alegría – añadió Lauren.

- Mi madre las llamó ¿Verdad?

Las dos jóvenes asintieron al unísono. Santana resopló.

Mercedes y Lauren Jones pasaron a ser amigas de Santana cuando ésta se mudó a Toronto. Sabían todo sobre ella, incluso conocían la existencia de esa chica de pelo rubio que había vivido durante años en el corazón y la mente de su amiga. Eran buenas chicas, pero alborotaban demasiado y Santana no estaba de humor para tanta algarabía.

- Venga, levántate y vístete. Nos vamos.

- No chicas, yo no voy a ningún lado – dijo Santana tumbandose de nuevo en la cama y tapándose la cabeza con la sábana.

Las dos hermanas se pusieron de pie, agarrando la sábana cada una por un extremo y contando hasta tres, tiraron de ella dejando a su amiga fuera de su escondite. Santana las miró fastidiada y ambas rieron.

- Sabemos que esa rubia es maravillosa, nos lo has repetido hasta darnos dolor de cabeza – dijo Mercedes poniendo los ojos en blanco – Y aunque no tenemos la menor idea de que te ha podido hacer para que estés tan triste, hoy vamos a conseguir que te olvides de ella.

- Al menos durante unas horas – continuó su hermana acercándose a Santana y tirándole del brazo hasta que logró sacarla de la cama.

La otra Jones, se giró y rebuscó en el armario de la morena. Sacó un suéter y unos tejanos y se los lanzó a su amiga. Lauren empujó a la joven hacia el baño mientras decía.

- No salgas de ahí hasta que no estés lista.

Y luego se sentó junto a su hermana en el borde de la cama.

Pocos minutos después, Santana salió del baño vestida. Las Jones aplaudieron y la joven no pudo más que sonreír ante el entusiasmo desmesurado de sus amigas.

- Está bien – dijo resignada - ¿A dónde vamos?

- ¡Al centro de la ciudad! – exclamó Mercedes.

- ¡Es día de compras! – añadió Lauren.

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Brittany miró por la ventana del apartamento de Marley. No podía creer en su buena suerte, era un hermoso y soleado día de invierno, y nada podía presagiar que pudiese cambiar. Así que, con el ánimo más alto que nunca, metió su última camiseta dentro de la maleta y la cerró depositandola en el suelo. Marley entró en su casa y sonriendo dijo.

Mi rubiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora