No se despedirme de ti.

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10. No se despedirme de ti.

Santana no acudió a la oficina al día siguiente, a pesar de que tenía reunión con los redactores. No le quedaban fuerzas ni para salir de la cama. No había pegado ojo en toda la noche y se sentía sin ganas de vivir. Brittany se marchó la noche anterior llevándose el corazón de la morena con ella y ahora ella era incapaz de volver a sentir. Había llorado hasta que en sus ojos apenas quedaron lágrimas y miraba al techo fijamente, con los ojos tristes y vacíos. Aquel horrible dolor en el pecho, aquellas ganas incesantes de llorar. Se dio cuenta entonces que esa misma sensación fue la que debió haber sufrido Brittany, cuando a los dieciocho años decidió dejar de escribirle para olvidarla. Comprendió entonces la desesperación que debió vivir, la impotencia de no poder hacer nada por evitarlo, y por primera vez, entendió el frío recibimiento que obtuvo a su vuelta. Si todo aquel dolor que ella sentía ahora, fue el mismo que sufrió Brittany, aquella chica era realmente fuerte, anteponerse a todo e intentar seguir viviendo. Ella no podía, no quería vivir sin ella. Cerró los ojos, metió la cabeza bajo las sábanas y volvió a llorar.

Aquella mañana había amanecido fría, la nieve cubría las calles y los coches adornaban los cristales de sus ventanas con la resbaladiza escarcha. Brittany llegó a la oficina y como una autómata, se sentó en su silla y comenzó a trabajar. Sam la observaba asomándose por detrás del monitor, pero no se acercó a ella. Intuía que algo grave había sucedido. Santana aún no había llegado y la rubia parecía muerta en vida. Sugar hizo acto de presencia saludandola animadamente, pero notó enseguida el rostro apagado de Brittany y se acercó a ella.

- ¿Te encuentras bien? Pareces enferma.

La rubia levantó la vista hacia su compañera. Tenía los ojos hinchados y el rostro tan pálido que parecía transparente. Sugar se asustó al ver su horrible aspecto.

- Es un problema personal. No te ofendas, pero no quiero hablar sobre ello – Brittany apenas podía articular palabra.

- Brittany, no soy tonta. Sé lo que hay entre tú y Santana – dijo la castaña con voz dulce, la rubia suspiró – Solo quiero que sepas que puedes contar conmigo para lo que quieras.

Sam escuchaba la conversación en su silla, sin hablar, observando cada gesto de la chica.

- ¿Quién te lo dijo? – Preguntó la rubia mirando de soslayo a su rubio compañero.

- No hace falta que nadie diga nada, esas cosas se ven si una observa un poco.

- De todas formas ya da igual, entre Santana y yo no puede haber nada – El tono de voz de Brittany era impresionantemente triste – Tina está embarazada.

Sam abrió mucho los ojos sorprendido, hasta donde él conocía, la rubia tenía intención de marcharse a Toronto con Santana. Aquello era algo absolutamente inoportuno. Sugar contuvo la respiración y agarró suavemente la mano de Brittany. El rubio sintió una descarga de celos en su interior.

- No sé qué decirte para aliviar un poco tu tristeza. Lo siento.

La rubia hizo un amago de sonrisa, que no convenció y separando la mano de la de su compañera comenzó a teclear. Sugar volvió a su asiento y Sam no dejaba de clavar su mirada en ella.

- ¡No puedo creer que Santana no haya llegado aún! – Kitty irrumpió de pronto – La llamo y no contesta, es muy extraño.

Brittany se levantó de repente y desapareció veloz rumbo al baño ante la atónita mirada de la secretaria. Sugar miró severamente a Kitty que se encogió de hombros sin comprender nada.

- Deja a Santana en paz. No intentes localizarla hoy, es mejor así Kitty.

La rubia seguía sin comprender nada, pero no preguntó y decidió hacer caso a Sugar. Se giró y entró en el despacho de su jefa pensando que ella sí tenía trabajo que hacer.

Mi rubiaWhere stories live. Discover now