34. Extrañas maravillas ocultas

4.1K 861 1.7K
                                    

Un puente techado unía el ala principal de la residencia de la reina con el edificio anexo, donde se encontraban las habitaciones para huéspedes

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Un puente techado unía el ala principal de la residencia de la reina con el edificio anexo, donde se encontraban las habitaciones para huéspedes. Al atravesar la puerta al final del camino, Dion y Casio llegaron a un área con sillones amplios de telas coloridas y bandejas con comida, donde Neleb les señaló dónde estaba el cuarto que les habían asignado.

Apenas se retiró luego de desearles buenas noches, Alhelí emergió de entre una pila de fruta colocada sobre una mesa ratona y voló directo hacia Dion, que dio un respingo cuando la pequeña hada se prendió de la punta de su nariz.

—Creo que esa persona puede verme —murmuró Alhelí, mirando en dirección a la puerta por donde Neleb había salido—. ¿Cómo les fue con la reina?

—No va a darnos una respuesta inmediata —respondió Casio, resoplando. Luego, se volvió hacia Dion—: ¿Qué piensas tú sobre ella? Te quedaste callado cuando te preguntó sobre el pacto.

Dion, que temía esa pregunta, respiró hondo.

—Porque ella ya sabía la respuesta a lo que estaba preguntando —dijo—, solo estaba tanteando el terreno. Sabe lo que es el cambio de suerte.

Frunciendo el ceño, Casio bajó la voz hasta que esta se volvió casi inaudible y preguntó:

—¿Crees que tenga malas intenciones?

—No sé si malas intenciones; no sentí eso de su parte, solo me descolocó. Están ocultando cosas, quizá porque ella tampoco sepa si puede confiar en nosotros. Eso espero, al menos.

—¿Quieres que la espíe a ver si trama algo? —preguntó Alhelí.

Casio empezaba a asentir cuando Dion exclamó:

—¡No! No sé... se daría cuenta, probablemente. Creo que deberíamos darle una oportunidad. ¿A ustedes cómo les ha ido aquí?

—Dieron tres habitaciones para dividir entre el grupo —respondió Alhelí—. Obviamente que ustedes van para una, luego Nora y Erika fueron a la segunda, y la tercera quedó para los otros dos. El rubio anduvo quejándose de tener que compartir con el mago, pero no le creo nada. No pienso acercarme a ese cuarto. Bueno, al de ustedes tampoco. Ya los conozco —agregó, con una mirada acusadora.

—¿Dónde está el resto? —preguntó Casio.

—Bañándose —dijo Alhelí. Y luego de arrugar la nariz, miró a Casio y añadió—: Tú también deberías ir a bañarte, eres un asco. Incluso les dejaron ropa de repuesto.

Siguieron a Alhelí hasta la habitación de la que ella hablaba, cuyo estilo era similar al del resto del lugar, con sus grandes almohadones y alfombras. Sobre la enorme cama encontraron ropa limpia; en la parte del lavabo, una pequeña fuente de agua fría y una cascada tibia que salía de la pared y desembocaba en un desnivel el suelo donde había un desagüe.

Afuera, desde el balcón, podía verse el lago donde la luna se reflejaba creando la ilusión que le daba nombre al pequeño reino: el cielo estaba arriba y abajo, con sus astros brillando en todo su esplendor, y la luna era el más majestuoso de todos.

El príncipe de las hadas (completa)Where stories live. Discover now