10. La casa del mago

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Consiguieron alejarse lo suficiente para salir de la ciudad

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Consiguieron alejarse lo suficiente para salir de la ciudad. Dion consideró guiar a Casio y Nora hacia el reino de las hadas, pero le sería imposible entrar con los dos. Un hada del reino podía dar fe por un invitado del exterior a la vez, y Dion nunca había visto que uno de esos invitados fuera humano. Solían ser espíritus elementales de otros territorios.

En el mejor de los casos, tendría que dejar a Nora afuera. En el peor, no le permitirían permanecer a ninguno de los dos. No podía arriesgarse hasta estar en una posición más segura para pensar en una alternativa, y Nora tenía un plan propio en mente: conocía a alguien que podía ofrecerles un refugio.

A sugerencia de ella, se internaron en los enrevesados caminos que atravesaban el bosque que se encontraba en la dirección opuesta al de Dion, un lugar más oscuro y salvaje. Durante el viaje, Dion no dejó de presionar su mano contra la herida de Casio para intentar contener la pérdida de sangre. Ahora Casio no solo era un prófugo; si seguían así, pronto estaría muerto.

La muñequera de hierro cerrada sobre una de sus muñecas le pesaba; menguaba el poder de su magia, aunque no la anulaba del todo. Mientras se adentraban en el bosque, Dion pudo sentir sobre él los ojos curiosos de otras criaturas mágicas, que observaban su avance disimuladas entre los tallos de las plantas y las copas de los árboles, pequeñas hadas y otros espíritus de la vegetación. Los escuchó preguntándose qué haría un hada tan grande tan lejos de su hogar, acompañando a esa extraña caravana de humanos de aspecto tan miserable.

—Le dijiste a tu gente que volverías hoy —dijo Casio, con la voz entrecortada por su respiración irregular, mientras ponía una mano sobre la de Dion, que continuaba cubriendo su herida—. No tienes por qué quedarte conmigo. Tomé mis propias decisiones y sé que será difícil justificarme. Pero tú no eres responsable por nada de esto, y sé que no me hechizaste.

—Te creí por un momento —admitió Dion, que más allá de las palabras de Casio, era consciente de cómo se veía la situación desde afuera.

Él era un extraño que había estado siguiendo de cerca al rey en los últimos días; poco después de su llegada, el rey había mandado detener a su fiel hermano, sin explicar con claridad por qué; cuando el hermano del rey había expresado frente a todos su lógica preocupación, el rey se había arriesgado para defender a Dion y escapar con él, hiriendo a alguien en el proceso. ¿Cómo podría justificar algo que se veía tan ilógico desde afuera? ¿Por qué Casio había ido tan lejos por él?

Por supuesto que quien se veía sospechoso era Casio. Por supuesto que creían que estaba bajo un hechizo, y que Dion buscaba manipularlo. Si Dion hubiera podido escapar a tiempo, quizás Casio hubiera tenido una oportunidad; pero todo había ocurrido demasiado rápido. La vibración del metal de los guardias arrojándose sobre él al mismo tiempo no había ayudado. Y tampoco el aire enrarecido que interfería con su poder, cortesía de Dalia.

—Hay que tratar esa herida y apurarnos para llegar a destino —dijo Nora, dándole un rápido vistazo a la sangre que manchaba la ropa de Casio, antes de desviar la vista con el ceño fruncido.

El príncipe de las hadas (completa)Where stories live. Discover now