27. Los que no pueden volver

4.4K 844 1K
                                    

Al principio, los presentes miraron a Casio como si fuera un fantasma, porque para entonces, muchos creían que lo era

Oops! Această imagine nu respectă Ghidul de Conținut. Pentru a continua publicarea, te rugăm să înlături imaginea sau să încarci o altă imagine.

Al principio, los presentes miraron a Casio como si fuera un fantasma, porque para entonces, muchos creían que lo era. No eran tantos: media decena de personas, quizás. El momento en que la confusión en sus ojos se convirtió en reconocimiento no llegó para todos al mismo tiempo. Casio lo fue sintiendo esparcirse en forma de gestos reverentes y silencios asombrados.

La primera en reaccionar fue Erika, que se inclinó con solemnidad, y a ella le siguió Drustan, que la imitó y obligó al mago prisionero a hacer lo mismo.

—¡Erika! —gritó Nora, para luego correr hacia ella. A eso le siguió un abrazo que la hizo tambalear un poco y un beso en los labios, un raro vistazo a la intimidad que no solían compartir en público. 

Casio sintió el alivio de Nora como propio. Erika parecía ser quien estaba en mejor estado de entre los presentes, que con sus vendajes a la vista se veían maltrechos y cansados. Tenían la mirada de quien tuvo que luchar sus propias batallas y vivir sus propias aventuras, hasta encontrar refugio en el corazón de aquella ciudad cementerio. Casio se acercó a Erika, con Dion a su lado, y sonrió.

—Temía lo peor —dijo Erika, hablándole a Nora—. Lo único que me hacía tener esperanzas era saber que seguían buscándolos.

—¿Cómo escapaste? —preguntó Nora, sin soltarse del todo de ella—. ¿Estás bien...?

—¿Y ustedes? —Las voces de las dos se superpusieron cuando hicieron las preguntas a la vez.

Luego de que Casio le hiciera un gesto con la mano para animarla a que se pusiera de pie, Erika se levantó. Estaba a punto de hablar cuando volvió la vista hacia Arami, el joven mago, ahora de rodillas en el suelo. El chico mantenía la mirada baja y su rostro estaba tenso; Casio creyó verlo temblar.

—No sería bueno que él pudiera escucharnos —murmuró Casio—, aunque me gustaría preguntarle sobre lo que sabe, más tarde.

—Llévalo a otra parte y vigílalo —le dijo Erika a Drustan—. No deberíamos arriesgarnos, por más que tenga puestos los grilletes antimagia.

—¿Tengo que ser su niñera? —se quejó Drustan—. Yo también quiero saber.

Arami se quedó callado durante el intercambio, y Dion se arrodilló frente a él para hablarle:

—No tengas miedo. —Arami mantuvo la boca bien cerrada y acomodó un poco los brazos, tanto como se lo permitían las restricciones que los mantenían detrás de la espalda—. No vamos a lastimarlo, ¿verdad? —preguntó Dion, y levantó la cabeza hacia Casio.

La respuesta no era tan fácil. ¿Qué iban a hacer con él? ¿Mantenerlo cautivo hasta que aquello acabara? ¿Qué tan efectivos eran los grilletes?

—No —respondió Casio de todos modos. Imaginaba que ver al mago en esa posición le traía a Dion malos recuerdos. A él mismo le incomodaba.

—Te das cuenta de que su presencia complica las cosas —le dijo Erika a Drustan.

El príncipe de las hadas (completa)Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum