Siete

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Un par de semanas después de que Cinco llegase a trabajar al café, la tortura por parte de dos enormes monos descerebrados—como les llamaba él— dejó de ser entretenida para estos porque, desde que había entrado a trabajar, el chico no había dicho ni hecho nada irrespetuoso contra ellos ni contra ninguna otra persona. Además, tampoco parecía molestarse por el tipo de trato que estaba recibiendo; Y no había ningún tipo de satisfacción en eso si repentinamente era buen niño y los dejaba a ellos como los villanos. Por lo que finalmente luego de quejas y regaños de Klaus y sus hermanas, Diego y Luther se dieron cuenta que sólo ellos dos lo encontraban divertido y lo dejaron en paz.

La relación entre los seis había logrado avanzar un poco gracias a que Vanya y Allison propusieron que al terminar de trabajar y antes de que todos se fueran a sus respectivas casas, cenarían juntos para hablar de sus vidas para así generarle la confianza suficiente al menor para averiguar algo de su misteriosa vida; que, por obvias razones —estar viviendo con uno de los involucrados en la mesa— no dio muchos frutos y en cambio los adultos fueron los únicos que empezaron a revelar más cosas que de las que se sabía entre familia.

Entre una de esas conversaciones, surgió la discusión de que pronto se aproximaría el cumpleaños de Klaus. Y antes de ser capaz de escuchar la fecha exacta, el mismo mencionado se entrometió y no permitió que el menor se enterara de nada.

Incluso días después, siguió inconscientemente molesto con él porque no pudo obtener ese pequeño dato. Ese mismo día, antes de irse a trabajar salió sin despedirse, pero cuando iba a la mitad de las escaleras que en serio, eran casi infinitas, se sintió culpable y regresó sólo para decirle que ya se iba a marchar.

—Jodete, Klaus. Te amo. Ya me voy.

Y volvió a bajar ignorando a la vieja vecina de al lado que casualmente estaba escuchando y le pareció adorable.

Jamás imaginó que llegaría a actuar de una manera tan dulce con una persona. En realidad, toda su vida se imaginó que crecería solitario con una mujer que probablemente no amaría y terminaría convirtiéndose en la viva imagen de su padre criando a sus hijos como lo criaron a él. Creció en un hogar al que sólo bastaba con extender su mano para obtener lo que quería, y, ahora, estaba conviviendo con unos completos extraños que le causaban más comodidad que aquellos que sólo estaban ahí para observarlo y notificar todos sus errores a su progenitor.

Esta ocasión en el trabajo, el día se sentía flojo porque no hubo tantos clientes como para que todos se hicieran cargo al mismo tiempo. Y luego de un rato sin quehacer, Cinco salió de la cocina encontrándose con que Diego estaba en el lugar que, entre ellos, le pertenecía al chico y era la razón por la cual todos le llamaban de la manera que lo hacían, "Cinco".

Hasta los mismos clientes del lugar comenzaron a llamarlo así y se había vuelto algo común hasta para él.

El otro no le molestó tanto como para quitarlo, y se fue a sentar frente a él, de todas maneras, no estaba haciendo más que mirar a través de la ventana teniendo a Vanya a su lado, que también ignoraba a su hermano y le prestó más atención al recién llegado frente a ella que recién se había acomodado. Ante la presencia de la mirada, el chico se puso a hacer garabatos en su libreta de lo primero que se le viniera a la cabeza.

Vanya de vez en cuando se aparecía para hablar con él con la frase de «¿Quieres hablar sobre algo?» Sin referirse a algo en específico de lo que podría sospechar. Y el menor siempre le respondía con lo que seguramente ya sabía que había pasado en su día trabajando.

—¿Te gusta dibujar? —Preguntó esta ocasión, ansiosa de la respuesta que obtendría.

—Shhh—Calló Diego, sin despegar la mirada del cristal, del otro lado de la calle observaba uno de los miles de autos estacionados.

Café Umbrella; «Klive»Where stories live. Discover now