Tres

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El primer mensaje que recibió luego de haberle otorgado su número de manera muy paranoica al chico fue más normal de lo que creyó, pues él esperaba por lo menos un texto de una cuartilla y media hablando sobre como ese tipo Frank le iba a romper todos los huesos del cuerpo y se lo daría de comer a los perros. Pero en cambio, recibió un mensaje demasiado cortante pidiéndole comida del café por lo menos para un día entero con postre añadido.

No era problema en absoluto cumplir esa orden ya que ni siquiera parecía ser comida para más de una persona, hasta él mismo a veces se sobrepasaba de robar comida de su propio trabajo para sobrevivir la semana y aunque sus hermanos sabían, jamás le reclamaban al respecto, por lo que era un punto a su favor saber que no le preguntarían nada.

El verdadero problema surgía en que probablemente el hecho de que los otros supiesen que trabajaba ahí era un tipo de amenaza de que lo tenían vigilado y la comida era un tipo de condición para que siguiera ordenes de gente muy mala que tenían a un menor como sus ojos para cada movimiento que hiciera.

Estaba asustado pero no de lo que le podían hacer sino de lo que pasaría sí sus hermanos se enterasen de la verdad. Por eso tuvo que aceptar que ahora su vida dependía del chico sentado en la mesa cinco y lo único que podía hacer era cumplir con la rara petición.

Y pudo ser sencillo entregar la comida y hacer como que recibía el dinero ¡y todos ganaban! De no haber sido por un nuevo, y muy inoportuno cliente de edad avanzada que se le ocurrió aparecerse ese mismo día de trabajo por la mañana a acosarlo muy descaradamente y sin pena llamando la atención de los pocos otros clientes que había y se hacían los que no veían nada. Pero ni siquiera el mismo Klaus pudo hacer algo porque su trabajo dependía de esto y no era la primera vez que le pasaba.

Cinco estaba ahí y parecía estar mirando incrédulo y con repudio a las personas que se hacían los ciegos ante la situación. Sacó su no tan moderno celular y empezó a mandarle mensajes al adulto donde le decía que actuara y le dijese que se jodiera, que lo dejara en paz o le rompería la cara, pero en ese momento y como regla entre sus hermanos ningún teléfono estaba permitido a la hora de trabajar y sólo el sonido lejano de la notificación hizo que el menor se diese cuenta de que no sería atendido.

Klaus le estuvo sirviendo al anciano y estuvo respondiendo a sus horribles comentarios de doble sentido como sí no los entendiese mientras evitaba romper el contacto físico que el otro ponía sobre él. Su asqueroso murmureo le causó náuseas al igual que escuchar como sus comentarios dejaron de ser subjetivos y de plano fueron directos a preguntarle cosas indebidas a las que no supo cómo responder más que quedándose callado fingiendo que no le estaba poniendo nervioso al sentirse incapaz de hacer algo por él mismo.

Para su buena, o muy mala suerte, sintió como le hacían a un lado y finalmente alguien le defendía diciendo todo lo que él tenía en mente, lo malo entraba en que esa persona que se levantó por él era el cliente de la mesa número cinco amenazando a un hombre viejo que lo doblaba en peso y altura con un cuchillo de cierra pequeño que sólo se utilizaba para darle a los niños y sería imposible usarlo para lastimar a alguien, sin embargo, sirvió para darle un buen susto porque el hombre pareció impresionado de que alguien le levantase la voz y lo retara.

Y de la nada sin explicación lógica alguna el chico fue capaz de clavar ese cuchillo contra la mesa con todas sus fuerzas logrando que quedase enterrado.

«Dios, este chico es un psicópata» Pensó Klaus mientras miraba la escena junto a todos los presentes en el lugar. Sus hermanos Diego y Luther entraron al panorama para preguntar qué había pasado pero antes de recibir respuestas el indeseable hombre huyó para no dar razones y detrás le quiso seguir Cinco, que fue detenido por el hermano que también tenía una habilidad con los cuchillos.

Café Umbrella; «Klive»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora