Nueve

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Luego de la desaparición de Ben, y la muerte de Dave, Klaus decidió alejarse de su familia en busca de paz mental, pues su forma de lidiar con ello fue alejándose de todos y jamás hablar al respecto hasta creer superarlo.
La ironía más cruel de esta vida, es que cuando más solo te sientes, mas solo tienes que estar. Y fue por esta soledad que se encontró con las personas equivocadas y terminó siendo la deplorable persona que a penas seguía siendo unos meses atrás.

Mucho tiempo después, recibió un mensaje de sus hermanos avisándole que querían llevar a cabo un proyecto del que Ben siempre estaba hablando; el café. Y aunque llegó un poco tarde a la inauguración del mismo, estos lo aceptaron y fue así como terminó dedicando su vida a él, volviendo a unir ese vínculo roto que causó con su ausencia.

Siempre estaba actuando ante sus hermanos como sí todo estuviese bien en su vida, pues tanto él como ellos cargaron con el peso de no saber nada de su hermano, y no quería agregar más carga a sus espaldas contando todas las desgracias y errores que cometió en su vida cuando no estuvo cerca.

Aunque, por una hora de diversión y éxtasis, había contado hasta la más insignificante desgracia que pasó de niño a un montón de extraños que ni siquiera recordaba su rostro hasta que los volvía a encontrar.

No estaba al pendiente de ellos nunca, porque al ser adictos como él, su paradero nunca era fijo. Pero aparentemente, ellos sí estaban al pendiente de él. En especial la mujer que le faltaba un diente, y el chico con el cabello extremadamente largo cuyos nombres no recordaba para nada. Cuando iba de regreso a casa, sintió que lo seguían y descubrió que eran ellos en la entrada del apartamento, hizo falta de un simple vistazo al par para hacerlo tragar saliva ante el reconocimiento.

Lucían, en palabras de Cinco, como la mierda. Era como ver un espejo que reflejaba su indignante pasado; pero estos, como alguna vez pasó con él, no eran capaces de darse cuenta. 

Básicamente, sí regresaron a su vida fue porque en algún momento bajo los efectos de alguna sustancia tuvo la fascinante idea de decirles que fueran a su casa días antes de su cumpleaños para celebrarlo a lo grande, les dio dirección y todo. Ahora, lo habían seguido como una pareja de perros y se invitaron solos a su casa, lo peor fue que mientras platicaban, fueron uniéndose más personas que ni siquiera recordaba haber visto en su vida, todos se fueron acumulando de uno por uno en la entrada como si fuese una clase de culto y él fuese su líder. 

—No tengo absolutamente nada para festejar—Excusó, con miedo de que sus palabras causaran una fatal avalancha sobre él. 

—Nosotros sí, —Para empeorar todo, ahí estaba el mismísimo Frank.  —eres el cumpleañero, nosotros nos haremos cargo por ti.

¡Era terrible! A penas y pudo mandarle un mensaje al chico para que se escondiese y no lo vieran, porque seguramente los intrusos harían muchas preguntas e irían divulgando sobre que había un niño viviendo ahí con él y podría llegar a los oídos equivocados. 

Pensó, muy estúpidamente, que podría manejarlo. Que tendría una fiesta evitándose tomar algo que hiciera que decayera de nuevo, y los sacaría de ahí para antes de las diez.

Claramente eso no pasó.

Cinco, desde el baño pudo escuchar como las voces parecían ir aumentando de a por montones, y como más pasos se escuchaban fuera del cuarto de baño donde él estaba encerrado. Trató de entender la plática que estaban teniendo, pero en cuanto acercó el oído a la puerta, fue sorprendido por el repentino sonido del estéreo que reprodujo canción, tras canción, tras canción durante por lo menos, una hora.

Y permaneció ahí, sin que hacer, teniendo el tiempo suficiente para concluir que Klaus estaba teniendo una fiesta, lo cual era extraño porque se suponía que su cumpleaños era el miércoles, hoy era lunes. 

Café Umbrella; «Klive»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora