Diez

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Diez segundos después de que Klaus estuviese a mitad de un colapso por el «Somos amantes» de Cinco dirigido hacia Frank para quitárselo de encima, toda la angustia y preocupación por no saber que hacer se desvaneció de su cuerpo y en cambio sólo hubo enojo que le hubiese venido bien unas horas antes de que todos estos desafortunados eventos se desencadenaran.

Se puso a gritarle a todos que se había acabado la fiesta; que los quería fuera, y que no quería volverlos a ver en su vida. Insultos a su persona no faltaron, ni tampoco los murmullos de gente incrédula diciendo que había dicho eso mil veces y siempre volvía de rodillas suplicando por un poco de dosis.

—Eres un maldito raro, Klaus—Le dijo Frank, burlándose.

—Lárgate—Le contestó con la mirada más amenazadora y seria que había dirigido hacia él alguna vez.

No sólo él se sorprendió de sus agallas al enfrentarlo, las personas a su alrededor, que apenas se daban cuenta de que esto iba en serio, también se sorprendieron. No había ni una sola persona en esa casa que no conociese lo sucedido entre ellos años atrás. Y por esa misma razón salieron de su casa cual ratas asustadas. A excepción de una, que todavía tenía una cosa más por decir mientras se marchaba con todos los demás.

—Vete a la mierda.

Hubo algo en la forma en que lo dijo, y la mirada amenazante recorriéndole de pies a cabeza que le hizo saber que, lamentablemente, no sería la última vez que sabría de él.

—¡Vete tú a la mierda! —Le respondió Cinco. Quiso seguirlo por detrás, pero fue detenido por Klaus.

Tuvo casi que alzarlo para que no se le echara encima. Con la mano que tuvo libre cerró finalmente la puerta, y le dio fin a un problema, para seguir con otro más grave; Este chico. Hasta un tonto se daría cuenta que no estaba sobrio y en una fiesta así de grande, era imposible que hubiese consumido sólo alcohol. El miedo volvió a su cuerpo mientras muy a la fuerza lo llevaba a lo que solía ser un bonito sofá muy impecable. Le puso la televisión en el primer canal que apareció, uno para niños de prescolar que aparentemente fue visto por última vez antes de que lo apagaran.

—Yo no estaba viendo eso, soy totalmente inocente.

—Nadie dijo que lo hiciste— se movió de un lado a otro por los cuartos, buscando hielo que por supuesto tenía que haber sobrado. —. Quédate aquí.

Su casa había terminado como un maldito basurero, pero no era lo importante ahora, lo importante era Cinco; seguía en el sofá balbuceando sobre matar al otro tipo. Por lo menos un rato hasta que se distrajo tanto con la película que estaban pasando y se perdió absolutamente en ella como si fuese lo más interesante del mundo.

—Mira, cuando la empresa tenía huevos de mostrar alcohol. El elefante está ebrio—y soltó una carcajada.

—¿De verdad? —Gritó Klaus desde lejos, en el baño. Mientras llenaba la tina y echaba las dos enormes bolsas de hielo que encontró.

—Ay no—Su risa se apagó, y luego de unos segundos sin señales suyas el adulto decidió salir del baño para revisar que estuviese bien.

Se encontró con que estaba con los ojos muy abiertos y con una expresión de terror total; estaba la traumatizante escena de los elefantes rosas.

—¿Qué?

—Es que nunca había visto esta película—Contestó sin despegar la mirada de la pantalla.

—Pero sí es un clásico.

—Sé que es un clásico. Pero Reginald jamás me dejó verla.

Su padre. Maldito sea, ¿Por qué lo estaba mencionando ahora? En la película había escenas deprimentes con la madre del animal y seguramente si seguía mirando se deprimiría, lo extrañaría, y con lo mal que lo estaba cuidando, seguramente querría volver a casa.

Café Umbrella; «Klive»Where stories live. Discover now