Los libros de Dante © [SIN EDITAR]

"Una historia como la nuestra..."

Me encontraba metida en la cocina, mientras esperaba que el microondas terminara de calentar mi comida.

Eran las once de la mañana, ese día sólo había tenido dos clases en la universidad y Nina había decidido no abrir la cafetería, su excusa fue que quería remodelar algunas cosas de ellas, la razón no la entendía a decir verdad, a mi me parecía que estaba perfecta tal y como era, pero al fin al cabo esas decisiones las tomaba la dueña y yo no era más que una empleada.

—Sabes usar el microondas, estoy orgullosa de ti —dijo María entrando por la puerta principal.

En el momento en que la vi no dudé ni un segundo en abalanzarme sobre ella. Nuestro abrazo fue torpe, haciendo que María se balanceara un poco.

Era la primera vez que la veía fuera del hospital, desde aquella vez que Dante se había quedado conmigo y había dicho que María no pensaba separarse ni una vez de Francesco había sido en el sentido literal.

—¿Por qué no me dijiste que pasara por ti? —murmuré sobre su hombro derecho. 

María soltó una breve risita.

—No fue necesario, Cristina me trajo —contestó en medio de un suspiro.

Se separó para caminar hacia la isla de la cocina, sentándose en una de las silla altas. María tenía un aspecto raro en ella, no estaba vestida de manera colorida ni impecable, más bien iba con un simple pantalón de algodón un suéter ancho.

—¿Cristina? —no pude evitar preguntar.

El pitido que indicaba que mi comida estaba lista me distrajo y avancé hacia el microondas.

—Hoy le dieron de alta a Francesco, ella se ofreció a llevarlo a casa, así que de paso me dejó a mí aquí —explicó al tiempo que agarraba una manzana sobre una vasija.

—¿Cómo se siente? —quise saber.

—Supongo que bien, aunque sé que si alguna vez tengo que ir a un doctor no será a Francesco, es demasiado correcto —dijo con algo de diversión—. Tenían que buscar la aguja que quería, porque según él era la indicada, y no la que decía el doctor que lo atendía.

—Dante contó algo similar —susurré con una sonrisa—. ¿Que hay de ti?

—Debo admitir que el hecho de que la psicópata con serios problemas mentales me haya secuestrado no fue mi cosa favorita —respondió con tranquilidad—. Hasta que pasó esto —indicó señalando una chaqueta que llevaba sobre sus manos—. ¡Está manchada! De sangre, lo que dice que no se puede quitar.

Casi quise carcajearme. Entendía a María, su manera de ver los problemas era un poco más ligero que la de los demás, pero aún así no pude evitar sonreír por su indignación.

—¿Te secuestraron y te preocupa una chaqueta? —inquirí.

María me observó con el ceño fruncido, de manera como si lo que acababa de decir era lo más loco en el planeta.

—No es cualquier chaqueta, Jazmín, es una chaqueta Louis Vuitton de colección limitada —aclaró con obviedad.

—Claro, entiendo —musité escondiendo una sonrisa.

María ignoró mi sarcasmo con desdén, era obvio que ya era algo a lo cual estaba acostumbrada.

—Necesito que me actualices de todo lo que ha pasado mientras estaba en el hospital —ordenó, echando su espalda hacia atrás.