Verdades.

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Desperté junto a Dante, luciendo su tranquilo rostro como un dibujo irreal. Debate sobre si debía despertarlo o no, pero su calma fue tan notable que decidí salir con cuidado de la cama para dejarlo descansar.

Marqué el número de Javier, aún cuando era muy temprano iba a ser un día lleno, y atrasarme no estaba en mis planes. Mi hermano mayor soltó una maldición, pero estuvo media hora después esperándome fuera de la casa de Dante, antes de salir deposité un beso sobre su suave mejilla y le escribí una nota que dejé del lado vacío del colchón, en donde había estado hacía momentos.

D'angelo, tuve que irme muy temprano y no quise despertarte. Como ya debes saber hoy mi asombroso novio se gradúa y tengo que ocuparme de algunos asuntos para poder estar en las sillas gritando lo orgullosa que estoy de él.

Te veré en unas horas.

Te quiero.

Salí a toda prisa de la habitación y después por la puerta principal. Un Javier ceñudo me recibió.

—Maldición, Jazmín, ¿eres consciente de la hora que es? —escupió.

Acomode las bolsas de los regalos en la alfombra de mi asiento.

—Y yo que pensaba que tu mal humor ya no estaba —murmuré, cerrando los ojos.

—¿Qué? ¿Por qué pensarías eso?

—Porque te acostaste con Cristina, creía que el sexo era un buen relajante.

—¿Cómo sabes eso? —espetó descolocado.

—Así que sí lo hiciste —sonreí—. Felicitaciones, no sabia que fueras capaz de llevar a alguien a la cama —me burlé.

Javier tenso la mandíbula, iracundo de que me metiera en sus asuntos. Era algo que detestaba con toda su alma sin color.

—Dices una palabra más y te dejo en medio de la carretera —me advirtió, frenando el auto para recalcarlo.

—Como digas, Javi.

Javier soltó un gruñido, pero puso de nuevo el auto en marcha. No tardamos mucho en llegar a casa, ya que conducía como si tuviera un cohete en el motor del auto. No me dirigió la palabra mientras subía a su habitación y cerraba la puerta para seguir durmiendo.

Pasé por la cocina para preparar algo para desayunar, lo comí mientras caminaba hacia mí cuarto. Saqué de mi escritorio papel decorativo y puse manos a la obra para envolver los regalos que entregaría. Terminé y me dirigí a tomar una ducha necesaria.

Decliné la opción de lavar mi cabello, si iría a la peluquería con María ahí lo harían. Mi amiga había reservado la cita hacía semanas, y hasta donde sabía también nos acompañaría Cristina.

Pensé también en Dante. Mientras enjabonaba mi cuerpo sentí sus caricias, y cuando cerré los ojos lo vi a él. Ya no vi nada desagradable, en cambio vi a Dante, a lo que habíamos hecho juntos. No había sido solo carnal, o solo deseo, él me había querido con más que palabras.

El corazón se me arrugó al recordar que Dante se graduaria, y ninguno de su familia iría a verlo. Tuve las ganas de hablar con su papá, y decirle que tenía un hijo admirable que merecía el apoyo de él. Pero no lo hice, porque si yo hubiese estado en el lugar de Dante no me agradaría que metiera la mano en eso, así que me mordí la lengua e idealice un plan para que Dante tuviera lo que merecía.

Salí de la ducha secando mi cuerpo con la toalla y me enfunde en un cómodo mono y un top a juego. Era la primera vez desde lo sucedido que me ponía una ropa que mostrara mi piel más allá que mi cuello, así que me permití sonreír orgullosa al ver los pequeños pasos que estaba dando para recuperar mi confianza. No sería de un momento a otro, pero sabía que cada vez estaba más cerca de tener de vuelta mi seguridad. Antes amaba mi cuerpo, sin importar que no fuera la definición que le daban a la perfección, luego lo había dejado de hacer, ¿y ahora qué? Lo volvería a amar.

Los libros de Dante © [SIN EDITAR] Onde histórias criam vida. Descubra agora