"Cambios".

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-¿Dónde está Cristina? -quiso saber María, impaciente.

Francesco se recostó sobre la parte delantera del auto de Dante, ganándose un regaño del pelinegro.

-Llevamos esperándola mucho tiempo, -se quejó Francesco, arreglando los lentes cuadrados de sol sobre el tabique de su nariz.

Lo que se suponía que iba a ser una salida junto a Dante para comprar su traje de graduación terminó siendo una salida entre todos.

Yo le dije a María que iríamos, ella le dijo a Fran y él a Cristina. Así que pensaron que lo mejor era ir juntos. De modo que ahí estábamos, en el amplio estacionamiento del centro comercial más grande de la ciudad, el cual quedaba relativamente cerca de mi casa, aunque Dante tuvo que manejar por una hora para llegar ahí.

Dante descansó su brazo sobre el techo del auto, agarrando mi cuerpo con el que tenía desocupado.

-Pensé que solo estaríamos nosotros -susurró sobre mi oído. Sintiendo como su aliento golpeaba mi mejilla, volteé mi cabeza con ligereza para observarlo.

-No fue mi culpa -me excusé, sonriendo con inocencia.

-Adivino, fue de María -soltó en respuesta-. Y yo que pensaba que fuéramos a una tienda de lencería, o tal vez podríamos comprarte unas medias nuevas -bromeó, apreté su brazo con mis dedos mientras reía-. Te las debo, pero viendo como quedaron las cosas ahora será en otro momento.

Un auto descapotable se detuvo frente a nuestras narices, dejando ver a una Cristina con las mejillas sonrojadas y aire apresurado. Los neumáticos resonaron con el frenazo que dio, atrayendo la atención de las personas en el aparcamiento.

-¡Lo siento! Perdí la noción del tiempo -se disculpó, caminando hacia nosotros, avergonzada.

Abrí aún más los ojos, viendo su cabello despeinado y esa expresión de relajación que decía solo una cosa.

-Mi Cris, no sabes lo feliz que me hace saber que pareces salida de la follada del año -espetó Francesco, sonriendo al tiempo que pasaba un brazo sobre sus hombros-. ¿Quién fue el afortunado?

Oh no, iugh. Era bastante obvia la respuesta.

-Haz silencio, Fran, eso es mentira -aseveró Cristina, su voz tornándose nerviosa.

-Francesco, cierra la boca -le ordenó Dante. Miró a Cristina-. No le prestes atención -dijo Dante, sonriendo en dirección a sus dos mejores amigos.

-No importa que te hayas tardado, ya estás aquí, así que vayamos dentro -enunció María, tomando mi brazo y el de Cristina.

Dante se quejó con un suave sonido, caminando con Francesco detrás de nosotras.

-Gracias -musité hacia Cristina. Ella entendió a qué me refería.

Sorprendiendome tomó un mechón de mi cabello y lo echó hacia atrás. Su mirada grisácea eclipsada por afabilidad.

-No hay de qué, es lindo ser tu amiga -fue todo lo que dijo, alejándose para seguir parloteando con María.

Sonreí tras sus palabras, uniendome a la conversación que ambas sostenían sobre el color que planeaban llevar el día de la fiesta.

Dante había pasado por mi hacía unas horas y cualquier rastro de distracción o pensamientos en exceso que había tenido el día anterior desaparecieron. Me recibió con un beso que aceleró mi respiración, sosteniendo mi mano aún cuando manejaba.

-¿De qué color irás tú, Jazmín? -inquirió María, ansiosa por saberlo.

Ella arregló el bolso rosado claro sobre su hombro. Iba vestida con un short floreado y una camisa blanca de mangas largas. Cristina, por otra parte, llevaba un pantalón beige, camisa negra y saco del mismo color de su prenda inferior.

Los libros de Dante © [SIN EDITAR] Where stories live. Discover now