5. Cuando casi se convierte en tragedia.

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–Buenos días –Eugenia y Candela sonríen cuando Lali abre la puerta de su casa a las nueve de la mañana del sábado. Ella todavía está en pijama, pero con el desayuno desplegado en el sillón.

–Gracias por habernos esperado... –comenta Candela y deja su cartera en la barra de la cocina. Después guarda su caja de leche en la heladera.

–Tenía hambre y cuando les pregunté por dónde estaban me dijeron que seguían acostadas –Lali se defiende y cierra la puerta– no iba a esperarlas más.

–¿Estás sola?

–Peter está en el trabajo. Salió temprano.

–¿Y el niñito? –pregunta Eugenia. Se sienta en una esquina del sillón y desenvuelve el paquete de medialunas que compró en la panadería.

–Está durmiendo y dejá de decirle así. Tiene un nombre.

–No siento tener la confianza necesaria como para involucrarlo.

–Tiene cinco años, Eugenia –Lali dice obvia y se sienta en el medio del sillón, frente a la mesa que arrastró donde hay un licuado y tres tostadas.

–¿Lograste que deje de ignorarte? –Candela baja la voz porque no quiere que el menor la oiga, y se sienta en el otro extremo del sillón con las piernas cruzadas.

–Ayer a la noche me habló para decirme que deje de mirarlo, lo cual no voy a reprochárselo porque en ese momento él estaba en el baño –recuerda– hoy como las tres tenemos el día libre, pensé en que podemos organizar una salida con él.

–¿Y el padre qué opina? –pregunta Eugenia mordiendo una medialuna.

–¿Podés dejar de adjudicarle una paternidad que desconoces? –se queja– que Delfina te haya dicho que no sabía sobre la constancia que él dejó, no significa nada.

–¿Cómo que no? A vos te dijo que estaban juntos y no era así. Te mintió.

–¿Y lo que me dijo Andrés? –Candela se suma al esquema de dudas– fue raro que el nene le haya pedido que suspenda la boda. Más raro aún que él le haya hecho caso...

–También es raro que hayas estado con Andrés –Lali la mira de reojo mientras bebe su licuado– ¿Para ir a hablar de mi relación no te escondés de él? –y Candela revolea los ojos.

–Fui a repartir los volantes para la venta de garaje –explica– pensé que llevar algunos al cuartel de bomberos iba a servir, pero no pensé que él iba a estar ahí.

–Claro, fuiste al cuartel de bomberos en el que trabaja él creyendo que él no iba a estar –Eugenia se burla en voz alta y masticando.

–Lo crucé de casualidad –retoma su explicación con la mirada fija en ella y el rostro serio– charlamos un rato, preguntó por Lali y ahí me contó lo que dijo el nene. ¿Eso no te resultó raro, gorda?

–Un poco... –Lali susurra– pero no me animé a preguntárselo. También siento que hay un código entre ellos dos que estoy desconociendo y si Romeo le pidió suspender la boda a Peter, y si Peter accedió y prefirió no hacerlo cargo de esa decisión, será por algo.

–Porque es el padre –repite Eugenia, y Lali la mira de reojo– disculpame, pero lo culparé hasta que me presenten las pruebas.

–Es al revés –le aclara Candela por su necesidad de corrección– no podés culparlo hasta no tener las pruebas.

–La primera prueba es que se trata de un hombre hetero, así que ya le resta un punto.

–¿Podemos desayunar en silencio? –pregunta Lali con una cuota de ironía, y dobla a la mitad una tostada– me gustaría no atragantarme pensando en que, posiblemente, acepté casarme con un sociópata.

MAMIHLAPINATAPAIWhere stories live. Discover now