Epílogo. Cuando el cuento llegó a su fin.

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Cae una nieve suave, de copos pequeños que en cualquier momento se convertirán en agua hasta desaparecer y que el cielo vuelva a despejarse. En el reloj despertador marcan las nueve menos cuarto de la mañana con números grandes y rojos. La alarma tiene que sonar dentro de quince minutos, aunque la fiaca durará más de una hora porque hay energía que reponer luego de la celebración que protagonizaron la madrugada anterior en el Hard Rock para decirle adiós a la soltería. Lali ahora está acostada panza abajo, con la cara hundida en la almohada, la boca un poco abierta y el pelo rozándole las mejillas, pero anoche estuvo parada en una mesa disfrazada de coneja play-boy sacudiendo un brazo al ritmo de una cumbia mientras que el otro lo usaba para tomar cerveza del pico y sus amigas giraban alrededor de ella simulando ser indígenas. También ahora, Peter duerme a su lado boca arriba con un brazo colgando en el aire y el otro escondido debajo del acolchado. Respira tranquilo, aunque a veces los párpados se mueven porque debe estar soñando, pero ayer estuvo con sus amigos en un bar consumiendo chupitos en un juego extraño que inventó Andrés y después vieron el amanecer en el muelle mientras parodiaban canciones de Queen –hasta que alguien se asomó por alguna ventana, algún barco u otro rincón y les gritó que cierren las bocas.

En su subconsciente, ellos saben que todavía tienen un rato más de sueño que quieren respetar y por eso no abren los ojos, pero un tercio de sus cuerpos están despiertos así que fue fácil despertar por el ruido que Romeo hace cuando abre la puerta del cuarto con tanta brutalidad que la golpea contra la pared.

–¡Hoy se casan! –Romeo está despeinado porque también acaba de despertar y todavía viste su pijama azul marino que está estrenando porque el anterior le quedó chico y hubo que renovarlo. Levanta los brazos en el aire y después trepa a la cama. Tropieza con el cuerpo de Lali que se queja porque siente su pie incrustándose en una costilla y después cae sobre el cuerpo de Peter que abre los ojos al instante a causa del golpe.

–¿Qué hacés, Rome? –él se refriega los ojos.

–Hoy se casan –repite, se arrodilla en el hueco que hay en el medio y se acomoda el pelo– despertate, Lali –la zamarrea.

–No estoy conforme con éste nuevo despertador –se queja y de a poco va girando sobre el colchón hasta quedar boca arriba. Parpadea varias veces porque su visión tiene que asimilar la cantidad de luz– ¿Qué pasa? ¿Qué hora es?

–Las ocho con cuatro y cinco –responde Romeo mirando el reloj. Lali y Peter inclinan un poco las cabezas, miran el aparato y después expulsan una risa.

–Son las nueve menos cuarto –corrige Lali– creo que no fue suficiente con solo dos clases para aprender la hora.

–¿Cómo la pasaste ayer con Elsa y Héctor? –le pregunta Peter y le desacomoda los pelos.

–Bien –Romeo sonríe porque los adoptó como sus abuelos– ayudé a Héctor a pintar una mesita que me va a regalar y Elsa hizo un montón de pochoclos para mirar las pelis. ¿Ustedes se divirtieron en sus fiestas? –habla como un adulto en cuerpo de niño y les encanta.

–Sí, un montón.

–¿Qué hicieron?

–Todavía no estás en edad como para escucharlo. Ay –Lali se queja y presiona los ojos cuando el timbre suena fuerte e insistente.

–¡Hoy se casan! –Romeo vuelve a gritar, se levanta, baja de la cama de un salto que hace retumbar el piso y sale corriendo de la habitación.

–Presienta que está muy contento –comenta Lali después de un bostezo. Despacito gira el cuerpo hasta llegar a Peter. Él sonríe con los ojos achinados de sueño y cruza un brazo por encima de la cabeza de ella para acariciarle la espalda en son de saludo– buenos días... –susurra somnolienta y no es capaz de estirar el torso para besarlo que la cabeza le cae sobre el pecho y sigue descansando en esa intersección.

MAMIHLAPINATAPAIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora