2. Cuando se conocieron.

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−Dos meses es un montón.

−¿Podemos dejar de hablar sobre eso? –Candela se queja mientras ceba mate. Ya es de noche, se están cumpliendo las primeras doce horas del viaje y todas las conversaciones terminaban en el mismo punto: el no sexo de Candela.

−No hay nada más interesante de lo qué hablar. ¿Él nunca te lo planteó? –Eugenia está semi-acostada en el asiento trasero comiendo un sandwichito de crudo, queso y tomate.

−No.

−¿Vos tampoco a él? –pregunta Lali manteniendo la vista al frente, con una mano manipulando el volante y con la otra recibiendo el mate de su compañera.

−No teníamos tiempo. Ya ni siquiera estaba sirviendo la grilla de horarios.

−Perdón –Eugenia tiene que levantarse para volver a ubicarse en el hueco entre los asientos delanteros– ¿Pautabas en qué horario del día tener sexo?

−Estoy muy ocupada, Eugenia –Candela se está enojando– estoy todo el día en el trabajo y la única manera de que nos funcionen las cosas es si las pautamos.

−¿Y no te pusiste a pensar en que quizás el hecho de dedicarle tanto tiempo al trabajo y poner la líbido ahí es una manera de decirte que no tenés ganas de estar con él? –Lali piensa en voz alta y la desencaja tanto que Candela cierra el termo y se queda tildada unos segundos mirando el horizonte oscuro de la noche.

−Puede ser –susurra, como con miedo; como si hubiera abierto la caja de Pandora– pero amo mi trabajo. Y a él también lo quiero, nos llevamos muy bien.

−Nadie lo niega pero casi que estás teniendo una relación con un primo –acota Eugenia y se acomoda el gorro de lana mirándose en el espejo retrovisor– ¿De esa última vez que fue hace dos meses, cuándo fue la anterior?

−Casi cuatro.

−¡¿Casi cuatro?! –Lali grita y no volantea de pura casualidad.

−Se te va a secar, amiga –concluye Eugenia al tirarse hacia atrás, y Candela gira un poco para salpicarla con la yerba húmeda del mate.

Mientras Candela y Eugenia siguen discutiendo sobre sexo, Lali enciende la radio para escuchar esa emisora que siempre emite música. Primero se hace oír la voz de Madonna y la conversación se interrumpe para cantar a los gritos el estribillo aunque ninguna esté segura de estar pronunciándolo bien. Después decae a una de los Bee Gees que te hace mover las piernas y los hombros a su ritmo, y de golpe se escucha esa canción de Oasis que a Lali le pone la piel de gallina. No porque sea fanática ni porque le guste la banda, sino porque Santiago sí lo era y ésa es su canción favorita. Las demás están demasiadas concentradas en cantar mientras ceban mates y comen, y nunca se dan cuenta que Lali empieza a entristecerse hasta quebrarse. Como si Santiago estuviese parado en el medio de la ruta, mirándola fijo, saludándola con una mano, pidiéndole perdón pero al mismo tiempo haciendo ese gestito con los hombros que significa: "No pudimos". Por eso es que Lali volantea para pisar la imagen de su ya ex que se disipa en el aire, y que además hace gritar a las otras dos porque a Candela se le volcó el mate y Eugenia terminó enrollada en el suelo. En ese instante fue cuando volvieron a cambiar las posiciones para que Candela conduzca, Eugenia sea su copiloto y Lali descanse atrás.

−Voy a comprar algunos chocolates porque está haciendo frío –dice Candela frente a la góndola donde están exhibidas todas las marcas. Son las tres de la madrugada y frenaron en una estación de servicio para reponerse en comida– ¿Estás saqueando el mercado? –le cuestiona a Eugenia cuando la ve cruzar con un canasto que cargó con de todo.

−Lo vamos a necesitar. Siempre créanle a la gorda de alma –y guarda dos tubos más de papas fritas.

−Mientras lo pagues con tu tarjeta... −dice, y la ve revolear los ojos– estaba pensando en que lo que reste del viaje podemos turnarnos entre nosotras dos, ¿no?

MAMIHLAPINATAPAIWhere stories live. Discover now