𝐗𝐕𝐈

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Lucy fue la primera es oír el llamado. La chica se encontraba escribiéndole una carta a sus hermanos cuando escucho una canción, una melodía sacada de sus más profundos sueños. Lucy se levantó para asomarse a la esfera que tenía a un lado de su cama, pero no era esta la causante de la música; ella sabía en el fondo que la estaban llamando y no dudo en responder. Siguió el sonido de la flauta hasta que llego a su armario, no pudo reprimir una dulce sonrisa, abrió la puerta de este, algo titubeante pero una vez que la invernal brisa acompañada de ese familiar aroma a bosque cubrió su rostro se llevó consigo cualquier pisca de duda asi que se dispuso a dar el primer paso hacia el interior del ropero.

El segundo fue Peter, el chico se encontraba de caza con su grupo de amigos en América. Iban persiguiendo un ciervo cuando fue como si entrara a un lugar totalmente distinto, los árboles empezaban a tener nieve y lo poco que pudo distinguir del ciervo mientras se alejaba era su blanco pelaje. Peter detuvo su caballo, perplejo por el cambio del paisaje hasta que uno de sus amigos lo saco de su trance - ¿Todo bien Peter? - el rey solo asintió -Ustedes sigan- animó a sus compañero. Cuando estuvo seguro de que estaba solo, bajo del caballo "debo estar volviéndome loco" pensó para si hasta que vio un pequeño rastro de nieve, dirigió su mirada por el hasta que hizo contacto visual con el ciervo, no aquel que perseguía con sus amigos, si no aquel ciervo blanco de imponentes astas. Había algo en su par de ojos que lo animaba a seguirlo, el pobre chico no sabía que hacer hasta que escucho el rugido detrás de él. Eso fue como un empujón, ni siquiera se molestó en voltear, sabía perfectamente a quien pertenecía aquel rugido asi que solamente avanzo, se internó el bosque con el ciervo como su guía.

El pobre Eustace no tuvo la fortuna de ser avisado. Después de que sus primos se fueran, él fue llevado a un internado en donde no le iba muy bien debido a cierto grupo de brabucones que se habían enfrascado en hacerle la vida imposible. Eustace se encontraba en la tortuosa rutina de huir de los matones hasta que llego a una pequeña arboleda en el patio del orfanato, corrió usando los árboles para despistar a sus perseguidores hasta que, realmente cansado, se dejó caer con la espalda apoyada a un árbol quedando frente a frente con otro que tenía un agujero lo suficientemente grande para que se escondiera en él, cosa que no dudo en hacer al oír al grupo de chicos acercándose a él, sin embargo el hueco en aquel árbol era algo parecido a un túnel por el cual el chico no hizo más que resbalar.

A Edmund le costó más trabajo. Se encontraba en su sala frente a la chimenea mirando el cuarzo de su collar, hace tiempo que había dejado de brillar asi que decidió quitárselo, no le veía el sentido de tener algo en su cuello que no hacía más que recordarle donde no estaba y quien no estaba a su lado, pero esa noche era diferente, se dio permiso de algo que hace mucho no se daba. Recordar. Recordar sus días en Narnia y recordar a la mujer que amaba, pero también el recordar que no volvería a verla

-Edmund- escucho llamar su nombre - ¿Lucy? - se levantó de la alfombra y se acercó a las escaleras. Había pasado tiempo desde que se fue de casa de sus tíos y su ya no tan odioso primo, visito un par de días a sus hermanos en América junto a Lucy y su madre, pero tuvo que regresar junto con ellas a su antigua casa. -Edmund- volvió a escuchar, sabía que no era la voz de su hermana, pero era imposible que fuera la voz de ella -Edmund- esta vez había algo de prisa en su voz - ¿Kay... Kayssa? - titubeo la pregunta, aunque esta era más para el que para la voz -Edmund- este llamado vino acompañado de un indicio de brillo del collar, un brillo color verde -Edmund-. El chico decidió acercarse a la voz - ¿Kayssa? - volvió a preguntar con más decisión -Edmund- ahora acompañado de un intenso brillo color negro en el collar "peligro". El susurro repitió su nombre, venia de arriba asi que se apresuró a subir -Kayssa- una vez arriba busco alguna señal de la chica, pero parecía no haber nada -Kayssa háblame- pidió dándole un vistazo al collar y su intenso brillo -Edmund- La voz se escuchaba más firme, más cerca, pero también con algo de miedo. Ed atravesó el pasillo, abriendo cada puerta que se encontraba, estaba tan absorto en sus pensamientos que ni siquiera noto la falta de su hermana y los copos de nieve que salían de su armario hasta que la voz se repitió. Se asomó al cuarto de Lucy - ¿Lu? - pregunto en vano, sabía que su hermana no estaba ahí -Edmund- el chico se acercó a la puerta abierta del ropero -Debe de ser una broma- reclamo antes de seguir los pasos de su hermana y entrar.

La última y más difícil fue Susan. Al igual que su hermana, Su se encontraba escribiendo una carta, pero no para sus hermanos, si no, para un apuesto oficial y agradecerle sus atenciones en su salida del otro día. La chica estaba tan absorta en sus pensamientos que no noto el momento en que una alegre melodía empezó a flotar hasta sus oídos. Al principio pensó que no era más que el tocadiscos hasta que reconoció la canción, era una canción narniana, de eso no había duda. Susan corrió hasta su el ultimo cajón de su cómoda y busco al final de esta, en donde tenía su esfera envuelta en miles de capas de papel, fue hasta que vio que la esfera se encontraba quieta, casi como si estuviera sin vida que descubrió que era imposible que esa fuera la causante del sonido -No, no, es imposible- sacudió la cabeza algo espantada y volvió a su carta tratando de olvidar lo que pensaba que había sido un recuerdo como los sueños que a veces tenía acerca de estar en Narnia. Paso un rato en silencio hasta que la música regreso aún más fuerte, Susan asustada corrió a abrir la puerta de su cuarto con la intención de bajar a tomar un poco de aire fresco, pero fue más grande su sorpresa cuando al abrir la puerta descubrió que ya no estaba en su casa.

𝗟𝗔𝗭𝗢𝗦/ La silla de plata, el terrano y las coronas de antaño (LCDN #4)Where stories live. Discover now