17.- la promesa

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– ¡VOLKOV! — chillaba el que tenía la cresta tapada por un pasamontañas mientras corría hacia un cuerpo que estaba en el suelo.— ¡No, no NO! — al llegar hacia él agarró su cabeza.— ¡Me muero yo, Volkov! ¡Me muero yo, te lo juro! ¡Joder!

A los segundos llegaron corriendo el superintendente y dos agentes más.

– ¡Comisario! — gritó Torrente, poniéndose de rodillas mirando el cuerpo del ruso!—

Horacio abrazó el cuerpo de Volkov de forma que sujete bien su cabeza (así como están en la foto de el encabezado Volkov e Ivanov).

– ¡Me cago en la puta! — gritó el jefe de todos ellos poniéndose de rodillas al lado de Torrente. Mirando también el cuerpo de Volkov.—  ¡Leopoldo, llama a un puto hospital!

El alumno hizo caso y llamó rápidamente a un médico.

– Víktor.... Víktor... Tranquilo, te prometo que saldrás de esta.— decía el del pasamontañas. Pero no obtuvo respuesta del comisario.—  Por favor, por favor...— las lágrimas del menor no tardaron en comenzar a salir descontroladamente.— Te prometo...
Te prometo que si sales de esta haré lo que sea, te lo prometo... Lo que me pidas pero...— tomó aire.— pero por favor, sal de esta. — ocultó su cabeza en el hombro del peliblanco.— abre los ojos... Ábrelos...

Pero no los abrió.

– Están en camino.— informó el alumno Leopoldo.—

– Por favor, por favor... Mi amor, mi amor, abre los ojos. Por favor, hazlo. La otra vez... Tuvimos una pequeña discusión de broma ayer ¿Recuerdas? Te dije... Te dije que nunca me habías dicho "te quiero" y me contestaste que sí lo hacías, entonces yo te dije que me lo dijeras y ¿Recuerdas lo que me prometiste? Me prometiste que lo harías, que me lo dirías. Así que dímelo, Víktor, por favor. Despierta. Por favor...— todos permanecían en silencio.— ¡Dímelo por favor, dime que me quieres! ¡Volkov por favor! ¡Abre los ojos! ¡ábrelos!

Se escuchaban los llantos de Horacio por la zona.

Nadie se atrevía a decir nada.

Torrente también derramó un par de lágrimas silenciosas. Leopoldo tenía los ojos llorosos. No conocía muy bien a aquel comisario, pero escuchar al subinspector de esa manera le destrozaba.

¿Conway? Nadie sabía lo que pasaba por su cabeza.

Tenía gafas de sol que impedían ver sus ojos.

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De fondo se podía apreciar el ruido de una ambulancia acercarse.

– Ya vienen, ya vienen mi amor. Ya vienen a rescatarte ¿Vale? Porque estás vivo. Estás vivo ¿Verdad? ¡Estás vivo! Por favor. Por favor dime qué tu corazón no ha dejado de latir.

Claro, aún no le habían tomado el pulso.

Llegó la ambulancia finalmente y bajaron un par de médicos.

Fueron a mirarle el pulso.

Un silencio se hizo.

–No le encuentro el pulso.— dijo uno de ellos.—

Mini capítulo.

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¡Eres un capullo! Pero te quiero... - IntenaboWhere stories live. Discover now