Conociendo la escuela

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Mariel subió las escalinatas que habían entre la vereda y el portón de entrada al establecimiento de educación media Manuel Belgrano con paso lento. Caminaba toda encorvada, con la cabeza gacha, mirando hacia el piso; aunque de vez en cuando la levantaba y la movía ansiosamente hacia los costados, como si tratara de descubrir alguna amenaza oculta en los alrededores del edificio, algo que pudiera dañarla como ya le había sucedido en años anteriores de su vida;  mientras con una de sus manos acariciaba el pequeño prendedor con la imagen de su venerado San Expedito y le suplicaba la ayudara con el nuevo desafío que se le presentaba en su vida. Sin darse cuenta su cara se estrelló contra la chapa del portón. El impacto fue duro. Tanto que desde adentro del colegio sintieron el golpe y corrieron presurosos a abrir.

-Qué pasó?- le preguntó a Mariel una mujer de pelo oscuro por los hombros, menuda, bajita y de gruesos anteojos.

-Me tragué el portón, no lo vi- respondió Mariel avergonzada.

-Es imposible que no lo hayas visto, es gigantesco

-Es que venía con la cabeza gacha mirando el piso y pensando en otras cosas- Mariel trató de justificar su distracción y torpeza.

-Bueno, ya pasó. Vos sos Mariel, la chica que viene por el puesto de preceptora?

-Exacto

-Mucho gusto. Yo soy Edith, la jefa de preceptores. Te estábamos esperando.

-Mi futura jefa.

-Así es. Estamos armando el equipo de trabajo para el inicio de las clases, que son dentro de unos cuatro días. Con todo el equipo docente empezamos a coordinar las tareas para el inicio del año lectivo. Decime ¿tenés experiencia? Trabajaste en esto alguna vez?

Mariel tragó saliva. Solo atinó a decir

-En realidad nunca trabajé. Terminé la secundaria hace unos años y solo me dediqué a estudiar la carrera de contador en la universidad. Pero ahora el negocio de mis padres va cuesta abajo por la crisis y se volvió necesario que yo aporte también en la casa. Entonces me inscribí en las juntas de calificación del ministerio de educación  para cubrir las vacantes en el área de preceptoría que había en las escuelas de la ciudad, para las cuales no requerían ningún conocimiento especial, solamente el secundario terminado, pero aclarando que era estudiante universitaria. Creo que eso último jugó a mi favor para que me dieran el puesto.

-Entonces sos nuevita...que mala suerte!!!Nosotros precisábamos alguien con experiencia para que nos ayude a organizar las actividades del ciclo lectivo.

-Trataré de ayudar en todo lo que sea posible y aprender lo más rápido que pueda.

-Creo que no nos queda otra salida. Que cooperes y aprendas rápido las mañas de este oficio.

Edith le sonrió levemente. Luego le pidió que la siguiera.

-Voy a presentarte a tus compañeras de trabajo. 

Y así le presentó a Ruth, una mujer morena de ojos oscuros, cincuenta años de edad y devota evangélica, y a Silvina de treinta y tantos, castaña de ojos marrones, delgada, coqueta y recién divorciada. Juntos la acompañaron a conocer las instalaciones de la institución. Así recorrieron las distintas aulas, la sala de profesores, la preceptoría, la sala de  computación, el laboratorio y el pequeño gimnasio (que ya no se usaba más) situado al final de  un oscuro pasillo, que era algo así como una manga de donde salen los futbolistas a la cancha para jugar un partido. Un túnel techado de cemento escondido detrás de unos arbustos al fondo del patio-jardín situado en el centro geográfico del establecimiento, que contaba con algunos árboles y plantas para el esparcimiento de los estudiantes.

-Hasta con gimnasio y todo- dijo Mariel

-Tenemos gimnasio pero no lo utilizamos nunca. Por tratarse de un centro de educación para adultos, no contamos con la asignatura Educación Física en nuestra currícula como en los establecimientos educativos normales. Por lo que permanece habitualmente cerrado con llave salvo días especiales como hoy, en que hay que mostrarle la totalidad de las instalaciones a una nueva integrante de nuestro equipo de trabajo. - le explicó Edith a Mariel con una sonrisa en los labios.

Terminando la recorrida, la jefa de preceptores la miró a los ojos  y le dijo:

-Crees en las brujas?

-La verdad que no, pero que las hay, las hay - respondió Mariel riendo nerviosamente.

-Bueno-le dijo Edith- creo que yo no estoy seguro de serlo, pero tengo algunos de sus digamos....poderes. Puedo percibir la esencia de las personas y hasta algo de su futuro también.. te voy diciendo...puedes ir despidiéndote de lo que eres en este momento...vas a sufrir una transformación tan grande que si viajaras ahora en el tiempo dos años para adelante y vieras como serás en ese momento, no serías capaz de reconocerte a vos misma...y este lugar donde ahora estamos, será un lugar clave para tu transformación...

Y dicho esto, Edith se alejó de ella...Mariel se quedó mirándola, entre confundida y sorprendida. Desde atrás oyó la voz de Ruth que se dirigía a ella.

-No creas en las brujas ni en sus poderes...el único que tiene el poder en este mundo para conocer el interior y el futuro de las personas es nuestro señor Jesús y el único capaz de transformar personas es Él ; estas que dicen ser brujas no son más que grandes embusteras buscando impresionar chicas incautas.

Mariel se quedó pensando...una transformación. Y no estaría mal. Romper el cascarón, acabar con sus inseguridades y miedos que la perseguían desde la infancia y la empujaban a la soledad y a veces, al ridículo. Esa timidez que no era otra cosa que el temor a que se burlaran de ella. Pero ya sea gracias a la escuela o a Jesús de Nazaret, presentía que no iba a ser una tarea fácil de conseguir.




La preceptora y las alumnas salvajesWhere stories live. Discover now