Buscando consejo

761 15 0
                                    

Mariel tocó el portero eléctrico con delicadeza. Del otro lado recibió la contestación que esperaba.

-Hola? Quien es? Mariel? Mi amor!! Al fin te acordaste de tu tía!!! Si tengo tiempo para tener una charla con vos? Siempre voy a tenerlo para vos!! Ya te abro, subí que te espero.

Mariel se sintió reconfortada de haber encontrado en su departamento a su tía Raquel. No veía el momento de estar sentada frente a ella y contarle lo que había vivido. Por la historia que tenía era la persona más indicada para aconsejarle y guiarle en esta situación que atravesaba.

Raquel era prima hermana de su padre. En su juventud, casi a la edad de Mariel, había abrazado los hábitos religiosos de pobreza y castidad, se hizo monja, -aún en contra de los deseos de sus padres-  y se dedicó a ayudar a niños y madres pobres, guiada por el amor a Dios y el deseo de emular a Jesús de Nazaret. Y pasó varios años en esa importante labor social de ayuda a los más necesitados. Sin embargo, en un momento determinado de su vida, sintió que tenía que darle un giro a su vida, dejó el convento y los hábitos y se convirtió en artista plástica, y buscó servir a a la divinidad retratando en hermosas pinturas los paisajes de la naturaleza que Él había creado. Su carácter amoroso pero firme, dulce pero libre e independiente la diferenciaban de los otros miembros de la familia con los cuales había tenido roces y hasta dejado de hablarse. Sin embargo, a algunos como Mariel, esa forma de ser era digna de admiración, y hasta acudían a ella para escuchar su opinión y dejarse guiar por la misma.

Cuando ambas mujeres estuvieron frente a frente, se dieron un gran abrazo. Luego Raquel invitó a su sobrina a pasar al departamento. 

-Tía Raki, voy a contarte algo que hice hará cosa de unas semanas. Tengo la impresión de que pude haber actuado mal, pero aún así no estoy segura. Confío en que vos, con tu sabiduría, puedas sacarme de esta duda.

- Mal? Que pudo haber hecho mi nenita para sentirse de esta manera ? Dale, contame.

Y así Mariel le narró a su tía el encuentro sexual que tuvo con tres alumnas en el gimnasio de la escuela, del placer intenso que sintió mientras follaba y de la culpa que empezó a sentir después de acabar y que le seguía durando al momento de contarle a Raquel lo sucedido.

Raquel escuchó el relato de su sobrina en silencio. Cuando Mariel calló, le preguntó con serio semblante:

-Cuando me dijiste que habías actuado mal, pensé en que podías haberle hecho daño a alguien, tal vez no queriéndolo. Pero aquí, no puedo ver quien salió lastimado. Más bien todas las participantes gozaron bastante.

- Cómo?- preguntó Mariel frunciendo el seño.

-Que no entiendo donde actuaste mal. Aquí cuatro jóvenes adultas,  todas ellas mayores de edad se ponen a disfrutar de su sexualidad , sin que ninguna haya sido obligada, forzada o amenazada para participar. Te sumaste a un trío y terminaron formando un cuarteto. No veo donde está lo negativo.

- La promiscuidad, la lujuria...?- interrogó Mariel.

-Cuando era más joven tal vez daba más importancia a eso. A esta edad, luego de haber visto cometer infinidad de pecados, algunos de ellos gravísimos, hechos por gente que era o decía ser de muy elevada moral, entiendo que si dos, tres o más personas acuerdan libremente pasar una tarde o noche fogosa en medio de una jornada tediosa y aburrida, no es algo que las mande al infierno. O sea, si van al infierno por eso, que queda para muchos de los demás habitantes de este planeta.

- Pero lo que dicen los...?

-No me importa lo que dirán otros. Viniste hasta aquí para consultar mi opinión, que era lo que yo pensaba de lo que habías hecho, y acabo de dártela. No veo que sea una falta grave para que andes llena de culpa por la vida, ni siquiera pienso que puede llegar a ser una falta.

Mariel sintió como si un gran peso que llevaba sobre la espalda empezara a alivianarse poco a poco. Le dió un gran abrazo a la tía Raki y le agradeció sus cálidas palabras y su oído atento. Raquel acompañó a su sobrina hasta la puerta de salida del edificio.  Mientras desandaba el recorrido con destino hacia su casa se puso a pensar en lo que su tía le dijo, y en todo lo que estaba bien y mal para el mundo, la sociedad y ella misma. Al entrar, fue directamente a su cuarto, se acostó y se tapó con la sábana. Con los dedos índice y mayor de su mano derecha empezó a acariciar con suavidad los labios de su vagina. Y sintió que no, que el placer no necesariamente tenía que ser pecado.



La preceptora y las alumnas salvajesWhere stories live. Discover now