El infierno

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Hermione no tenía idea de cómo reaccionar a esas palabras. Su respiración se había acelerado y su boca se secó. La música aún sonaba a su alrededor, pero ella la escuchaba muy lejana, como si estuviera bailando junto a Malfoy en una especie de viaje astral.

Incluso cuando Malfoy se alejó de su oído y siguió bailando, Hermione siguió aún demasiado perdida. Apenas pudo ordenarse a sí misma bajar la mirada embobada que le tenía.

Ni siquiera sabía cómo era que su cuerpo seguía moviéndose al compás de la música. Pero estar junto a Malfoy y con su mano guiándola en la parte baja de su espalda, la hacía sentir más ligera. Más tranquila.

Se quedó mirando su pecho mientras seguía bailando el vals, y en un repentino impulso —o tal vez fue por el movimiento— ella se acercó más y quedó lo suficientemente cerca como para recargarse en él, escuchando al instante sus latidos.

Cerró los ojos por un momento, disfrutando de la situación, de su cercanía, de su aroma. De él.

Todo desapareció para Hermione. De repente sólo existía Malfoy y ella, bailando en una gran sala y con esas pequeñas caricias que él le daba a través de la tela mientras sus cuerpos se movían de un lado al otro y al ritmo de la música.

Hasta que de repente todo se detuvo, incluyendo él.

Hermione frunció el ceño y alzó la mirada para encontrarse con sus ojos grises, los que tenían una mirada cautelosa y bella mientras la observaban. Su sonrisa se curvó de una manera sencilla y la mirada de la morena cayó en los labios de él sólo un segundo antes de que Malfoy se alejara.

Ella sintió como si le hubieran arrancado algo que tanto apreciaba. Dio una rápida mirada a su alrededor y entonces se dio cuenta de que la música ya había terminado.

Miró a Draco. Él la miró un momento más antes de volver a sonreír, y luego sólo se dio la vuelta y se alejó, perdiéndose entre la multitud. Hermione quedó helada y sin moverse, incluso cuando la próxima canción volvía a sonar y las parejas volvían a bailar.

Ella sólo lo siguió con la mirada hasta que ya no pudo verlo más porque atravesó uno de los pasillos laterales. Él y su apuesto esmoquin negro se perdieron.

Hermione parpadeó, recordando las palabras que le había dicho mientras bailaban. Recordando cómo le había dicho que se veía hermosa, y cómo había insinuado una burla hacia Ron.

Casi como si lo hubiera estado llamando, una mano suave se cerró sobre su brazo y pronto la vista de Ron quedó frente a ella. Primera la miró con una sonrisa, pero luego frunció el ceño al verla tan perdida.

—Oye, Mione —llamó—. ¿Estás bien?

Hermione lo miró a él, una extraña oleada de culpa recorriendo su estómago apenas lo divisó. De seguro que no la había visto bailar con Malfoy por todo el gentío que había, porque de haber sido así, no tendría esta expresión preocupada que estaba teniendo en estos momentos.

En vez de responderle, Hermione miró hacia el lugar donde Malfoy se había ido. Y entonces cayó en cuenta porque la realidad la golpeó como un balde de agua helada.

Draco Malfoy la había besado, y ahora la estaba llamando hermosa.

No supo qué fue lo que sucedió con ella, pero respiró hondo y, con toda la vergüenza del mundo, se giró hacia Ron y tomó sus manos entre la suyas para después sonreírle.

—Estoy bien —le dijo, de nuevo sintiéndose la peor persona por lo que estaba por hacer—. Yo sólo... Estoy cansada. La música me está dando dolor de cabeza.

Sus ojos se llenaron de preocupación.

—¿Necesitas que te acompañe a la enfermería? —preguntó—. De seguro que Pomfrey puede ayudarte con algo...

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