Día 7

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Ollantaytambo, Perú. Domingo 14 de marzo de 1999, 5:34 a.m.

—¿Granger? —llamó Draco desde el otro lado de la puerta. Habían llegado a Perú desde el mediodía, pero apenas lo hicieron, ella se encerró en la habitación y desde entonces no había salido para nada.

Él no tenía idea de por qué.

Su mirada había estado muy perdida en el vuelo, y cualquier cosa que le preguntó apenas logró llamar su atención. Algo pasaba con ella, pero no parecía que fuera a decirle.

—Vamos, sé que no estás dormida, te escuché salir hace unos segundos y luego volviste a encerrarte.

Silencio. Uno donde él comenzó a preguntarse si no sería tan de mal gusto usar un Alohomora.

Pero entonces:

—Vete. Quiero estar sola.

Él suspiró y recargó la cabeza en la madera de la puerta. Algunas veces Granger era tan mente cerrada y tan terca. Nadie quiere estar solo, creen que es así pero no.

Murmuró una disculpa al aire y luego sacó su varita para decir el hechizo. Cuando abrió la puerta, ella estaba sentada en la cama con las piernas subidas hasta la altura de su pecho y rodeándolas con sus brazos, tenía la mirada fija en la ventana frente a ella.

—Creí que eras de los que respetaban mi privacidad —masculló Granger sin siquiera mirarlo. La escuchó dar un suspiro cansado y luego recargó la barbilla en sus rodillas.

—Estuvimos casi todo el sábado encerrados aquí, Granger —le recordó, ignorando su reproche.

—Porque así lo quisiste. Tú pudiste haber salido pero decidiste quedarte como si creyeras que me iba a tirar de la ventana apenas te fueras.

Draco cerró la puerta detrás suyo al tiempo que soltaba un resoplido. Se encogió de hombros y caminó para adentrarse más a la habitación.

—Ciertamente, lo parecía —Hizo una pausa donde la miró con una ceja alzada y luego añadió—: De hecho, sigues luciendo terrible. ¿Qué es lo que pasa?

—Nada.

Él no se creyó eso.

—¿Estás bien?

—Estoy bien.

Tampoco eso.

—¿Entonces cuál fue la razón por la que te convertiste en un zombie y no quisiste ir a Machu Picchu?

Por primera vez desde que ella se encerró en la habitación, se giró para mirarlo. Sus ojos estaban cansados, y parecía que no había dormido en toda la noche.

—Malfoy, si vas a estar reprochándome eso, deberías ir ahora mismo antes de que tomemos en vuelo a Brasil.

Él hizo una mueca y desvió la mirada, cruzándose de brazos. Granger había regresado a tomar el hábito de llamarlo por su apellido de nuevo; y eso le molestaba, porque cada vez que lo hacía, él creía que estaba molesta.

Aún así, no tenía derecho a decir nada cuando ni él mismo podía llamarla por su nombre de pila. Lo había intentado, pero estaba ya tan acostumbrado a llamarla Granger que solo en situaciones profundas y subconscientes la llamaba Hermione.

—Tienes razón —dijo al final, chasqueando la lengua y volviendo a mirarla—, no voy a irme de aquí sin haber estado en Machu Picchu. ¿Qué caso tiene visitar las siete maravillas del mundo si solo estarás en seis?

Granger le alzó una ceja incrédula pero luego solo bufó.

—Bien, haz lo que quieras. Solo vuelve antes de las nueve.

DíasOnde histórias criam vida. Descubra agora