Una semana más con ella... ¿o la última?

1.1K 122 189
                                    

Cumbria, Inglaterra. Martes 23 de marzo de 1999, 7:28 p.m.

Desde la indeseada visita de Potter y Weasley, Granger comenzó a estar más desanimada con el paso de los días. Seguía siendo ella, pero al mismo tiempo no.

Ya no estaba ese brillo en sus ojos que a él le fascinaba mirar, ahora estaba tan perdida que incluso algunas veces la veía pálida, más no sabía si eso era de su imaginación.

Salían a pasear, dormían abrazados el uno con el otro, leían, jugaban, iban a San Mungo; él hacía cualquier cosa para distraerla, pero sus pensamientos siempre parecían volver al mismo lugar: sus amigos. Parecía que en verdad eso la ponía triste.

La había visto escribir decenas de cartas para Potter y Weasley en esos pares de días, pero ninguna carta fue respondida. Se enteró también que mientras él estaba en San Mungo con su madre ella había aprovechado para ir a buscarlos a la Academia de Aurores, pero no había tenido éxito.

Draco quería matarlos.

Ella había estado tan feliz antes de su llegada y ahora apenas sonreía. Él la hacía reír cada vez que tenía la oportunidad, pero siempre habría ese espacio que solo podría llenarse por sus amigos.

Se sentía impotente y enfurecido por las noches mientras ella dormía. Siempre la acurrucaba a su cuerpo y envolvía sus brazos alrededor de ella para darle seguridad, la sentía dormirse poco a poco, y luego él pasaba horas maldiciendo a Potter y a Weasley desde la distancia.

Draco no la quería soltar, la quería solo para él. Pero si estar bien con sus amigos significaba volver a verla sonreír y volver a ver ese brillo en sus ojos, él estaba dispuesto a todo.

Si tan solo ellos fueran lo suficientemente inteligentes para contestar una puta carta...

Se encargó de mantenerla ocupada la mayoría del tiempo, le leyó su libro favorito, Hogwarts: Una historia, cuantas veces quiso, la abrazó cada vez que ella lo pidió, y la besó cuantas veces se le antojó.

Pero nunca parecía ser suficiente.

La noche del domingo él se había despertado al escuchar unos sollozos, y le tomó apenas unos segundos descubrir que ella estaba llorando de la manera más silenciosa posible. Él la había abrazado con más fuerza y eso la hizo callar abruptamente; Draco entendió que no quería hablar de ello, así que solo la siguió abrazando y no volvió a dormir hasta que la sintió dormida a ella también.

El lunes ella se notó un poco más animada, pero ese brillo en sus ojos no volvió por completo. Sin embargo, por la noche no lloró. La sintió dormir tranquilamente.

Él también durmió tranquilo.

Que ella estuviera bien lo hacía sentir bien también a él.

—No sabes patinar, ¿cierto? —preguntó Granger de repente, inclinando un poco la cabeza hacia arriba para poder verlo por encima de sus pestañas.

Ambos estaban en el jardín que tenía la casita de campo de Draco. Él la había decido alejar del departamento de Londres en un intento de hacerle olvidar la visita de Potter y Weasley; literalmente se propuso hacer cualquier cosa para mirarla animada de nuevo.

Pero Granger lo único que había hecho fue hacer aparecer una manta en el césped del jardín y luego se sentó en ella antes de pedirle a Draco que él también se sentara.

Cuando él lo hizo, ella se recostó en su pecho, su cabeza cayendo sobre su hombro, y desde entonces ambos habían estado haciendo nada y mirarando el cielo oscurecer.

Había cierta fascinación en los ojos de Granger cada vez que miraba el atardecer; siempre parecía mirarlos como si fuera a ser el último.

Granger miraba el fenómeno, mientras que él la miraba a ella.

DíasWhere stories live. Discover now