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CAPÍTULO SIETE┊❝𝗣𝗥𝗢𝗕𝗟𝗘𝗠𝗔𝗦 𝗗𝗘 𝗖𝗢𝗠𝗣𝗥𝗢𝗠𝗜𝗦𝗢❞
LIA MIRABA ATENTAMENTE la puerta de la tienda, quería irse ya que empezó a notar que el dueño del lugar tardaba mucho en regresar.
—Deja de preocuparte —Tewkesbury tomó su mano pero ella ni siquiera lo miró, Lía sentía que algo pasaba y sus sospechas se volvieron realidad en cuanto logró divisar un rostro conocido. Su padre estaba ahí, hablando con el hombre que los había atendido hace unos minutos.
—Tewkesbury —pronunció levantándose torpemente de la silla, con su voz algo temblorosa por los nervios —. Debemos irnos, vamos.
—¿Qué sucede? —de repente, Lía sintió ganas de vomitar ¿cómo no lo pensó antes? el señor de la tienda había llamado a sus padres para decirles que ella estaba allí, y no solo eso... Tewkesbury corría peligro, Diana no dudaría en entregarlo para quedarse con la recompensa.
Lía tomó a su amigo del brazo y lo llevó a la parte trasera de la tienda para ocultarse en un pequeño closet y pensar en algún plan.
—Nos encontraron, ese hombre nos delató y ahora tienes que irte sin mí, los voy a distraer —dijo con rapidez —. Cuando veas la oportunidad de huir, hazlo.
—¿Qué? No puedo irme sin ti —exclamó en un susurro —. Eres lo unico que me queda.
Y ahí estaba, ese sentimiento de mariposas volando... En realidad Lía sintió dragones, aunque ella pensó que la causa de ese sentimiento era la adrenalina y no el torpe Márquez que tenía en frente de ella.
—Se lo prometí a Enola, volveré a verlos... A ambos, pero ahora tienes que pensar en ti mismo.
—Yo no podré hacerlo —las voces provenientes de afuera del closet hicieron callar a Tewkesbury —. Son ellos.
—Nos volveremos a ver Tew, te lo prometo —el chico la miró y sin pensarlo dos veces se lanzó a abrazarla, aferrándose a ella como si fuera un niño al que tratan de quitarle su peluche favorito.
—Voy a buscarte y nos iremos lejos de aquí, para que no tengamos que separarnos otra vez —aseguró sin dejar de abrazarla.
—Busca a Enola y sacala de esa maldita escuela, espera mi señal —Lía abrió la puerta del closet no sin antes empujar al Márquez para que no pudieran verlo, la atención cayó sobre ella en cuanto puso un pie fuera de ese escondite.
—Lía, hagamos esto con tranquilidad y déjame llevarte a casa sin tener que utilizar la fuerza —habló su padre en cuanto la vió, al parecer él y el dueño de la tienda eran los únicos en el lugar.
—Está bien, no intentaré nada.
—¿En dónde está el muchacho? Ese, el que estaba contigo —preguntó y entonces Antuanet miró el closet nerviosa, estaba dispuesta a hacer lo que sea para que su amigo logrará escapar, una vez más, sin ser visto.
—Se fue, él no venía conmigo yo solo lo ayudaba a... - intentó inventar una mentira creíble pero ¿adivinen qué? Ella no es buena para eso.
—Deja de inventar cosas y subete al carruaje. Tu madre quiere hablar seriamente contigo —le señaló la salida y ella camino hacia ella.
Ahí afuera la esperaba un carruaje, sabía que al llegar a su casa su madre la iba a castigar cruelmente y Lía tenia miedo, ya que no conocía los límites que su madre poseía. No sabía a que nivel podía llegar cuando estaba molesta.
—Tú puedes —se dijo a si misma antes de mirar atrás, tomar una piedra del suelo y tirarla en la vitrina de la tienda haciendo trizas los cristales —. Esa es tu señal Tewkesbury.
—¿¡Qué estas haciendo!? —gritó el dueño del negocio.
—Lo siento, fue un accidente —la joven subió al carruaje y espero a que su padre la llevara a su casa... Y a su castigo.
Cristóbal salió de la tienda y miró lo que la chica había hecho, soltó un suspiro de frustración y volvió a entrar para pagar los daños.
¿Recuerdan ese sentimiento de alivio que tenemos cuando algo que nos importa mucho se pierde pero luego lo encontramos? O mejor, ese que sentimos cuando vemos una película y creemos que un personaje que nos gusta mucho muere pero en realidad, está vivo.
Bueno, Lía sintió una mezcla de esos sentimientos cuando vio a Tewkesbury salir por la ventana trasera e irse.
—No mueras por favor —pronunció Antuanet en un susurró más para ella que para él.
( . . . )
—Siéntate —le indico Diana a su hija mirándola como si fuera la persona más horrible del mundo, Lía le hizo caso, ya no quería empeorar la situación (si es que eso era posible).
—Decepcionado no es la palabra que quiero usar contigo —exclamó Cristóbal —. ¿Cómo es posible que te vayas de la casa justo cuando se anuncia tu compromiso? ¡Eres una insolente!
Ya estaba harta de los gritos y reclamos, era su vida.
—¿Por qué no les importa mi opinión? ¡Nunca me dejan hablar! —le respondió mirándolo con los ojos cristalizados, no quería llorar pero la impotencia que sentía en ese momento no la estaba ayudando mucho —. ¡Ni siquiera me dejan decidir si quiero casarme o no! No quiero vivir para servirle a un hombre.
—¡No estás en posición para elegir si quieres o no! Mañana mismo saldrás y darás la cara por tu familia, vas a disculparte con la familia de William y aceptaras el compromiso, punto.
Las palabras de su madre provocaron que las lágrimas de impotencia se derramaran por sus mejillas, no era justo que la obligaran a aceptar.
—Bien, ya está dicho —agregó Cristóbal —. Te pido que mañana me hagas sentir como un hombre orgulloso Antuanet.
—No es mi trabajo hacer que te sientas como un hombre —habló Lía levantándose de la silla para encarar a su padre —. No puedo hacer que te sientas como algo que no eres.
Ella sabía que tendría consecuencias por decir esas palabras pero no le importo en lo absoluto, la palma de Cristóbal impacto en la mejilla de la muchacha y su cabeza dio un giro por la fuerza que había utilizado para golpearla.
—Cambiate de ropa, la que llevas puesta es de indigentes —sus padres salieron de la habitación no sin antes cerrar la puerta y las ventanas con seguro, ahora más que nunca. La castaña quería volver a reunirse con sus amigos.
