Primer final

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—Marifa! Haz algo!

—Eso intento!—respondio la payasa intentando detener el sangrado.

En medio de su pánico Popee llamó a su hermana para que salvará al amor de su vida.

—Lo siento! Lo siento tanto, Kedamono!

Susurró Popee besando las manos de Kedamono.

—no quería dañarte! Lo siento! Lo siento!

—Ayuda mas bien! Llama un doctor! Mensajes de humo o algo!

Grito Marifa tratando de mantener consciente a Kedamono, cuyas piernas estaban llenas de sangre, el lobo tenía los ojos entrecerrados y respiraba muy lento.

—Mirame pedazo de animal, mírame, si cierras los ojos yo misma te mató.

Pero Kedamono no reaccionó.

Popee llamó una ambulancia y cuando llegaron tanto Marifa como Kedamono estaban llenos de sangre y el lobo estaba inconsciente. Los doctores llevaron a Kedamono al hospital, pero las heridas eran muy graves, tanto que tuvieron que darle la mala noticia a los familiares, en ese caso Marifa era la única serena en la situación, porque Popee estaba en shock, tanto que acabo por desmayarse al encontrarse con la idea de perder a Kedamono.

—Lo lamento, pero no se pueden salvar de ambos, quién es el padre? Hablaré con él para que escoja.

El doctor estuvo a punto de ir a la habitación donde Popee estaba inconsciente, pero la payasa lo impidió.

—No es necesario—dijo Marifa mirando fijamente a Kedamono—salve al bebé, eso es lo que la madre hubiera querido.

—Pero—

—Ya se lo he dicho! Salve al bebé!

Matar a dos pájaros de un tiró, puede que Popee amara con locura a Kedamono pero Marifa lo odiaba, por eso prefería a su sobrino bastardo que al lobo morado, además de que sabía que Kedamono jamás le perdonaría a Popee haber dejado morir a su bebé, era lo mejor para todos.

Marifa no pudo evitar sonreír al ver como abrían el cuerpo de Kedamono, abriéndose paso entre sus entrañas y huesos para llegar finalmente al bebé, un enorme hueco quedó en el lugar que una vez fue el vientre del lobo y poco a poco el aparato al que estaba conectado dejó de sonar. Marifa sonrió cuando le acercaron al bebé.

—Es un niño perfectamente sano.

Era un bebé precioso, con orejas y cola de lobo, pero a diferencia de su madre eran de un tono más claro.

Cuando Popee se enteró no dejo de gritar.

Había perdido al amor de su vida, a la persona que por tantos años había amado, se sentía tan vacío, tan triste, lo peor de todo era que los últimos días de Kedamono habían sido dolor y desesperación, no pudo darle la felicidad que tanto le había jurado y perjurado.

—Debes ser fuerte—Marifa le extendió al bebé—tu hijo te necesita, Popee, no puedes dejarlo.

—Son Kedamono yo—

—ya cállate! Popee no puedes seguir así, Keda Jr te necesita, necesita a su padre, enserio crees que Kedamono estaría feliz de ver como desprecias a su hijo?

Marifa tenía razón, Keda Jr era inocente, los pecados de sus padres no tenían nada que ver con el, el pequeño era inocente.

—Ven, dámelo, de seguro me extraña—pidio Popee extendiendo sus brazos, Marifa le acercó al bebé y en el momento en que lo tomó en sus brazos se juró que nada malo le pasaría—Keda Jr, mí niño, mí alma, tú madre te amo más que nada en este mundo, eres igual a él, a tu madre.

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