Tercer Final (Final original)

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Popee observaba temblando el cuerpo de Kedamono, las enfermeras corrían de un lado a otro en la habitación, con el doctor haciendo todo lo posible para poder salvar al joven paciente y a su inocente pasajero.

—Creo que voy a desmayarme.

—Debes ser fuerte,Popee—pidio Marifa acariciando la espalda de su hermano.

—¿Que fue lo que hice, Marifa? ¿Qué fue lo que hice?

Marifa tomó aire.

—Lo correcto, Popee, Kedamono no es nadie, no tenía el derecho de faltarte el respeto, merecía ser castigado.

Popee apretó los puños.

—No es cierto, Marifa, Kedamono lo es todo, es mí vida, mí alma y el aire que respiro, sin él no soy nada—Popee se golpeó puñetazos en la cabeza—¡Que mierda hice! ¿Cómo pude hacerlo? ¡Le prometí el cielo y le dí el infierno! No lo entiendo, yo lo amo, ¿Entonces porque pienso en lastimarlo? ¿Cómo pude hacerme eso? ¿Hacerle eso?

Marifa rodó los ojos, no entendía los sentimientos de su hermano por el lobo morado, a ella le parecía repugnante, asqueroso, no entendía como lo amaba.

—Ve el baño, estás muy pálido, ¿Vas a vomitar?

Popee asintió, obedeciendo a Marifa.

En el momento en que Popee se fue el doctor salió de la habitación, con una cara que solo indicaba algo: alguien iba a morir.

—Lo lamento, pero no se pueden salvar de ambos, quién es el padre? O la pareja del hospitalizado? Hablaré con él para que escoja.

El doctor estuvo a punto de ir en la búsqueda de Popee, pero la payasa lo impidió.

—No es necesario—dijo Marifa mirando fijamente a Kedamono—salve al bebé, eso es lo que la madre hubiera querido.

—Pero—

—Ya se lo he dicho! Salve al bebé!

El doctor asintió.

—Bien, entonces—

—NO!!!—grito Popee corriendo hacia el doctor—no hay forma de salvarlos a ambos?

El doctor negó.

—No, lo siento.

—Entonces salve a Kedamono.

Marifa lo observó horrorizada.

—Pero Popee, es tú hijo!

—SIN KEDAMONO NO PUEDO VIVIR!

El doctor asintió y volvió a la habitación.

Marifa se sentó al lado de Popee que lloraba desconsolado.

—Mi bebé, mí bebé, mí bebé—repetia Popee llorando.

Era una desición muy díficil, pero bebés habrían muchos, Kedamono sólo uno, por eso no podía perderlo, no podía, amaba a su hijo, pero Kedamono era más valioso.

Popee finalmente se desmayó al ver como sacaban el cuerpo muerto de su pequeño del vientre de Kedamono y como lo dejaban en una bandeja, Marifa no sabía porqué, pero quiso llorar, al ver que ese bebé no se movía, era demasiado pequeño, pero ya estaba muerto, ni siquiera había nacido, todo por culpa de su padre.

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Kedamono despertó tres días después, conectado a miles de máquinas y con una enorme herida en su estómago, pero que no era nada a comparación de la herida en su corazón.

—Donde estoy?

Pregunto con su voz en un susurro, le dolía incluso hablar.

Popee se acercó a él rápidamente y le besó la frente con mucha tristeza.

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