Hielo venenoso.
Anastasia.
La cálida brisa de Palermo revolotea en mi cabello castaño al llegar al aeropuerto. Padre estuvo molesto conmigo por abstenerme de tomar el avión principal de la CAOV, pero siempre es bueno mantener las cosas en calma. No quiero alertar a nadie de mi llegada a la ciudad, y sé que, de haber venido en el avión de la familia, Ice sería el primero en haberse enterado. Al igual que yo mantiene un ojo atento en cada punto de este lugar.
Mi chofer me recibe con su cotidiano asentimiento y es cuando agradezco tener personas aquí que me rindan cuentas a mí y no al hombre que voy a ver.
—¿Tuvo buen viaje, señorita?
Abre la puerta del auto para mí mientras acepto su mano para entrar.
—Un par de turbulencias, pero llegué a salvo, Raphael —digo al verlo entrar y tomar su asiento.
Retiro mis gafas negras y encuentro sus ojos en el retrovisor. La pregunta silenciosa está presente allí.
— Al ojo de Dios.
No fue difícil conseguir la dirección del picadero de Salvatore, una llamada al club que más frecuenta y la mujer en la barra se soltó despotricando de lo mucho que el hombre la ha usado.
¿Por qué demonios no se da su puto lugar en vez de llorar?
No presto mucha atención a medida que el auto sale del aeropuerto y recorre las calles, no es como si fuese a demorar más de una buena noche aquí, tal vez incluso tome la decisión de regresar a casa por la madrugada una vez termine con el hombre.
—¿Cómo está el Don? —Miro los ojos miel de nuestro conductor. Es amable a la vista, pero el hombre sabe cómo envolver el cuello de sus víctimas y quebrárselo.
—Muy bien.
No lo corrijo. Entre menos personas sepan de mi ascenso, menos probabilidades hay de que llegue a oídos de Dimitri o Zinov, y aunque le confíe a este hombre mi vida, no lo hago con mis secretos.
Pensar en ellos me enerva la sangre, es como si abrieran mi cuerpo, metieran un puñal y me cerraran; y luego desde adentro ese puñal estocara mi piel con ganas de salir. Ambos tendrían su cuota a mi lado, saldaré sus deudas con sangre, sudor y lágrimas. Mil gotas de cada una de ellas por cada que derramé de mi cuerpo esa noche.
—¿Qué hay de tus hijas?
La sonrisa aparece en su rostro, su entrecejo se arruga por la reciente expresión.
Stella y Lucy. Son mis ahijadas desde hace dos años. Quince y trece, respectivamente. Un par de terremotos incluso a su edad.
—Lucy está pidiendo clases de boxeo mientras que Stella quiere una moto de regalo de cumpleaños.
Rio por sus palabras. Dignas hijas de su madre.
De no ser por el nacimiento de Stella, esa mujer seguiría corriendo por las calles haciendo rugir su motor y dándole dolores de cabeza a su madre. Se asentó una vez supo que había un bebe creciendo dentro de ella, y Raphael aprovechó y la hizo su esposa.
—¿Estás de acuerdo con ello?
Miedo cruza sus ojos al mirarme, sabe que hay más de eso en mi pregunta.
—¿Cree usted que deba ceder?
Me encojo de hombros sin apartar mis ojos marrones del espejo.
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PELIGROSA VINDICTA [+21] ✓
Romance[T-E-R-M-I-N-A-D-A] ✓ Pasión y poder. Aquí no hay lugar para el amor, ¿O si? Bienvenido al infierno más llameante y peligroso que pueda llegar a existir. Ella está preparada para resurgir de las cenizas en que la convirtieron. Arrasará todo a su...