CAPITULO 17

120K 10.2K 4.3K
                                    

Estrategia mortal. 

Anastasia.

Veo por el rabillo del ojo a las personas tomando sus lugares en la mesa, pero no aparto los ojos de los documentos frente a mí, repasando el sin sabor en mis labios de las personas muertas en los últimos diez días. Una por cada día. Espero llegar al número que sigue cada día con ansías, Marcello Venturi no tiene idea de cuantas.

No me molesto en recibir el saludo de Dante en mi dirección, solo noto como se sienta en el asiento que está a mi lado y simplemente sigo con lo mío detallando con atención el halcón hecho en cada una de las victimas de Marcello. Es indiscutible que las mató a todas, que nadie más participó de la tortura a la que mi gente fue sometida, su firma está en cada uno de los cadáveres que yacen en el sótano de uno de los clubes y en aquellos que fueron arrojados al risco hace tres días.

Es bueno. 

Cada corte, cada golpe fue hecho en el lugar exacto para causar el máximo dolor sin matar a la persona en el proceso. Pero aún así, todos murieron exactamente de la misma manera: un cuchillo en el pecho. Y puedo jurar que lo último que vieron fueron los ojos de Marcello brillando con satisfacción al ver la vida irse de los cuerpos de sus prisioneros.

Los retuvo el tiempo suficiente para considerarlo tortuoso, pero sin ser notado. Está en Barcelona, eso es más que obvio. Se quedó en la ciudad o en las afueras para cumplir su cometido hasta que yo ceda, hasta que de el mínimo atisbo de rendición, pero nunca lo conseguirá.

Giulio se sienta a mi lado, dándole la cara a su padre que no tengo idea de qué demonios hace en la mesa del Consejo, yo misma lo saqué y luego de haberme dejado plantada con la patética excusa de que lo abordaron en la cocina, no es de mi agrado. Incluso más que antes.

—Estamos todos, Anastasia. 

Asiento sin mirar a nadie ante la voz de Natalia llegando y sentándose junto a Emilio. Isabel posa sus ojos azules en mí, aún furiosa por no darle la participación con el caso de Ilias. 

Ese es otro asunto pendiente que requiere de mi atención y lo he dejado de lado, pero me ha servido, Ilias Kozlov está viendo la oportunidad de un apoyo desvanecerse y es cuando más insistencia ha mostrado en los mensajes que envía a la rubia.

—Comiencen —anoto, curvando mis labios en una sonrisa y paseando mis ojos por la habitación—. Me sacaron de mi oficina donde si que tengo negocios que atender para darle paso a esta reunión —digo, colocándome de pie y paseándome por la parte trasera de las sillas de todos mientras detallo cada una de las tensiones en la habitación. Carlo es el único que me sostiene la mirada al pasar y me sonríe, pero el resto, se miran entre sí sin saber como abordar el tema—. Hablen.

—Tenemos dudas. —Adriano es el primero en hablar y le aplaudo la valentía en silencio. 

¿Tanto miedo tienen por mi reacción o por no poder cortarme la cabeza si me enojo?

No digo nada, espero paciente bordeando mis uñas entre sí y pensando lo mucho que necesito una manicura.

— Ya van once de los nuestros y no haz hecho nada. —Emilio y Giulio intercambian una mirada. —Tu esquema de organización no ha servido para nada más que para que los nuestros sigan muriendo, los estás colocando en bandeja de plata para Venturi. —no se me pasa por alto el reproche en la voz de Giulio y tengo que repasarlo para comprobar que habla enserio.

— ¿Alguna otra acusación? —inquiero sentándome en el borde de la mesa junto a Carlo que solo sonríe. Me conoce, sabe que no hago las cosas a media, y que nunca hago nada sin tener un plan de respaldo. Ninguno en esta mesa confía en mí más que él. Que placer saberlo. —Digo, pueden someterlo a votación de paso, si no hago un buen trabajo solo destitúyanme. —me burlo, colocándome de pie.

PELIGROSA VINDICTA [+21] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora