CAPITULO 43

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Detonante

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Detonante.

Marcello.

Orazio no me mira al entrar, se dedica a dar las instrucciones necesarias a mis hombres que llegan desde Santiago con el objetivo de levantar las malditas piedras de Barcelona. Sabe que lo jodió, al igual que lo hizo con Vittoria, y está tomando todo lo que tengo dentro no dejar la máscara de frialdad a un lado para explotarle en la cara de la manera en que quiero hacerlo.

«Ya arreglaremos cuentas al llegar a Santiago» Pienso antes de seguir escuchando las noticias que Yasha nos da al teléfono desde Moscú. Justo por esto no quise que Maxim trajese a su hermano. Yasha puede ser un hijo de perra en la jaula, entrenando a nuevos prospectos, pero nadie como él para conseguir información de donde sea para lo que quiera.

Sin embargo, por mucho que lo hemos intentando, tan solo un par de coordenadas que rebotan son monitoreadas por Adriano De Luca y Yasha, colocándome los nervios de punta.

Por el rabillo del ojo, mis ojos buscan el rostro de Maxim, el cual está puesto en Salvatore Caruso al otro lado de la sala, quejándose. «Se conocen». Y ya lo averiguaré una vez termine con esto.

Emilio y Giulio Sartori dejaron su mierda a un lado, y salieron hace poco más de media hora a recorrer la ciudad. No obstante, mi atención no está en los que están o en los que se marcharon, sino en aquellos que nunca llegaron.

—¿Dónde está Roger? —pregunto concentrando mi atención en Natalia Barsetti.

Acomoda su cabello cobrizo antes de mirarme, sopesando mi pregunta, dándose cuenta de que en efecto, la mano derecha de Anastasia en el campo, no se encuentra por ningún lado.

Ella no responde, comparte una mirada con Isabel De Luca, y esta se coloca de pie con el teléfono en la mano para luego salir por la puerta al marcar el número de mi primer objetivo seguramente.

—¿Quién es Roger?

—Es el soldado más cercano a Anastasia —respondo sin darle largas.

Domenico me dice que no hay movimientos extraños ni en nuestro territorio ni en el de Qiang. El hombre al parecer no está en el país, y eso me deja en el mismo camino en el que comencé con los Abramov como sospechosos, porque en este momento desconfío hasta de las personas que me rodean.

—Roger no atiende el celular —informa Isabel a toda la habitación.

Sin embargo, mi atención en ella queda en pausa una vez la figura del mencionado entra colándose a su lado con un teléfono en la mano y una cara de culpa que no le cabe en la maldita cara que tiene.

—¿Por qué no respondes el celular? —reprocha Natalia, plantándose frente a él—. Tenemos un problema y...

—Lo sé —traga duro, volteando a verme—. Yo la llevé.

PELIGROSA VINDICTA [+21] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora