Pasión infernal.
Anastasia.
Dudo antes de abrir los ojos, sintiendo con rigor el dolor que se extiende por la parte baja de mi cabeza. Me tiento como mi mano derecha, sintiéndome algo débil y desorientada, pero no encuentro nada más que mi cabello al hacerlo.
—No es grave —susurra una voz a mi lado y tardo en darme cuenta de que se trata de Marcello. No obstante, no lo miro ni atiendo a sus palabras. Con dificultad logro mantenerme recostada en la columna tras de mí.
¿Qué mierda me pasa?
Me dedico a escanear mi alrededor, y apenas si alcanzo a vislumbrar algo en medio de toda la oscuridad que nos rodea. Parece una bodega, como las que usamos para torturar a los idiotas que nos joden, pero hay una ventana que da ventilación en la parte superior de una de las paredes.
El olor es espantoso, la sangre mezclada con alguna mierda para ocultarlo solo genera que se incremente en cada rincón.
Has pasado peores, Anastasia.
—¿Cómo sabes que no lo es?
Giro un poco el rostro en dirección a mi derecha y es cuando lo veo. Su camisa está desabrochada y la chaqueta se ha ido, su labio algo hinchado y la sangre seca lo adorna sin quitarle nada de lo agraciado que es.
—Porque revisé cuando nos traían. Desperté cuando no estaban mirando y aproveché para corroborar que no estabas muerta —se burla y veo la sonrisa tirar de la comisura de sus labios.
El suelo está frío y algunas ratas nos pasan por los lados, pero ninguno de los dos parece molestarse por ello. A mi seguro no me asquea ni un poco, maté muchas de ellas solo porque se me subían encima en mi entrenamiento. Padre me dejó horas en un maldito cuarto lleno de animales y tuve que aprender a acostumbrarme a la presencia porque yo era la intrusa, no ellos.
—¿Por qué te golpearon?
Se encoge de hombros, subiendo una de sus piernas y apoyando su mano en ella mientras suspira. Luce más como el hombre malo en las películas que como el mafioso neutral que tengo en mi cabeza cuando pienso en él.
—Se quisieron divertir un rato.
—¿Dónde estamos?
—No lo sé, pero puedo jurar que Santiago no es. Veníamos en un avión cuando desperté —anota tomando el cuello de su camisa y limpiando la sangre seca tras mojar un poco la camisa con su lengua.
No lo veo quejarse, aunque es posible que el dolor se extienda en su rostro. Él no mueve ni un solo musculo, solo se limpia lo poco que puede y vuelve su atención hacia mí.
—¿Quién coño es ese imbécil? —Su voz es molesta, pero él parece algo débil, casi tanto como yo me siento.
No estoy atada, pero me tiembla el cuerpo al intentar colocarme de pie y solo me quedo en mi lugar.
—Nos inyectaron alguna mierda, nuestros organismos apenas la están sacando.
Estoy empapada por el sudor, y mi cabello se siente pesado en mi cabeza incluso. El ardor en mi garganta recordándome que no he tomado nada en mucho tiempo tal vez. ¿Cuántas horas llevamos aquí?
—Se llama Ibrahim Musleh —comienzo a decir mientras siento sus ojos marrones sobre mí a la espera de una explicación—. Su padre hacía negocios con Aurelio y luego lo mataron los rusos. —Apegarme a la mentira que extendimos en el funeral es el plan, pueden cortarme en pequeños trozos y aun así no hablaré de más—. A Ibrahim seguro le dieron arrebatos para arremeter contra nosotros y yo comienzo a hacerme una idea de quien me está jodiendo.
ESTÁS LEYENDO
PELIGROSA VINDICTA [+21] ✓
Romance[T-E-R-M-I-N-A-D-A] ✓ Pasión y poder. Aquí no hay lugar para el amor, ¿O si? Bienvenido al infierno más llameante y peligroso que pueda llegar a existir. Ella está preparada para resurgir de las cenizas en que la convirtieron. Arrasará todo a su...