~Capítulo 3~

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Al terminar nuestras obligaciones del día de ayer, cada uno se fue a su casa para poder descansar y estar concentrados para el día de hoy.

Ahora, voy en el auto de camino a mi tienda de disfraces favorita que contiene de todo lo que se puede imaginar, incluyendo imitaciones de marcas de ropa internacional; justo lo que necesitamos para la grandiosa boda de hoy.

Investigué un poco y todos los invitados están forrados de dinero. A parte de eso falsifiqué nuestras invitaciones.

Ganamos bien, pero no lo suficiente para comprar trajes de millones de dólares.

He estado llamando a Miguel toda la mañana, aunque no se me hace raro que no conteste el celular —porque casi siempre lo mantiene en silencio—, lo que sí me enoja es que sabiendo que habíamos quedado la noche anterior en hacer esto juntos haya decidido ignorarme.

Me estresa demasiado que las cosas no salgan según lo que planeo, se podría decir que soy una maniática del orden.

Me ubico en el estacionamiento de la tienda. Decido marcarle una vez más a Miguel antes de salir del auto.

No contesta.

Salgo furiosa del auto caminando hacia la puerta de la tienda.

Se supone que debía estar aquí para que él mismo viera que mierda quiere ponerse, solo nos quedan unas horas para tener todo listo y crear el tremendo desastre que estoy segura vamos a causar.

Aún tengo la espina de la duda por lo que pueda suceder.

En cuanto vea a Miguel le voy a dar una gran reprimenda y un golpe en la cabeza que le dolerá hasta el día de su boda, ¿Por qué hasta ese día? Fácil, sé que su esposa le causará muchos dolores de cabeza.

Ingreso a la tienda.

La dependienta que está atendiendo a un adulto mayor me sonríe en cuanto se fija en mí. Con la mirada me hace señas para que me acerque.

—Hermosa, como siempre —me dice, arqueando sus gruesos labios carmesí en una gran sonrisa en cuanto me acerco.

—Hola, Rose —Le sonrío.

De reojo me fijo en que el anciano al que estaba atendiendo Rose le está mirando los senos, ya que estos le sobresalen por la blusa escotada negra, al ser tan grandes.

¡Que asqueroso! Podría ser su hija.

Es impresionante cómo pueden vivir con senos tan grandes, a mí me pesarían. Me siento bien con mi cuerpo, en especial con mis pequeños limones, por lo que no le envidio nada a ella ni a nadie.

—Termina de atender al...Señor —le pido porque no sé de qué forma llamar al viejo que hace unos minutos me pareció agradable, hasta que lo vi hacer eso—, voy a buscar algo que me guste en tanto te desocupas.

Ella asiente sonriente y continúa hablando con el anciano, me encamino a la sección de disfraces.

Rebusco entre el centenar de joyas que parecen de oro y que en realidad son de fantasía, me decido por una gargantilla de tres niveles; en el primero con un dije de luna, el segundo con uno de sol y el tercero una estrella.

Mi celular vibra en el bolsillo trasero de mi jean. Lo tomo, la pantalla muestra el nombre de mi irresponsable mejor amigo.

—¿Por qué diablos no me contestas? —le suelto en cuanto descuelgo la llamada.

Shh...más despacio —sisea, haciéndome que me cuestione su estado.

—¿Estas ebrio? —pregunto. Si dice que sí, lo mato.

¿Y si nos casamos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora