~Capítulo 8~

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Ha pasado una semana desde el incidente del desayuno "familiar" que aún no termino de entender por completo.

¿Cómo terminó siendo tan extraño?

El tal David ha seguido apareciéndose en mi casa para invitar a salir a mamá. Mis hermanos como siempre ya se han adaptado un poco a ese aspecto, aunque Barton lo sigue mirando con desconfianza cada que aparece. Por mi parte, aún no me agrada del todo el tipo, pero al menos mamá se ve feliz y eso es suficiente para mí.

Algo que noté esa mañana fue que, en cuanto estuvimos todos en la mesa, David y el tal Klein se miraron como si ya se conocieran de antes y de vez en cuando captaba el cruce de miradas y la sorpresa en sus rostros.

No me atreví a preguntar si se conocían o algo. Imagino que se debe a que viven en la misma ciudadela o como sea que se llame el lugar.

Por otro lado, Miguel y yo hablamos sobre la oferta del tal Klein. La verdad es que no suena nada mal por la sencilla razón de que nos va a pagar y porque me encanta la idea de arruinar eventos, y que mejor si este será por venganza.

No sé qué apuro tienen en casarse esas dos, pero ya quiero verle la cara al rubio idiota cuando vea a su ex casándose con la mejor amiga de ella.

Es curioso que cuando lo conocí el día de la boda parecía un engreído millonario hijo de papi, pero esa mañana en que se apareció en mi casa resultó estar más relajado y conversaba con los demás con júbilo.

Mis tres hermanas quedaron encantadas con él, incluso me enteré de que se escribe con Miguel.

¡Se han hecho amigos!

En fin, Klein nos contó que se tomó la molestia de averiguar que su ex se casará en dos meses en el registro civil de la ciudad, lo cual es buena noticia porque no pienso pisar una iglesia por un buen tiempo.

—Muévete, idiota.

Empujo a Miguel de mi cama y se mueve de mala gana para hacerme espacio en medio. Coloco el tazón de palomitas de maíz en medio de la cama. De inmediato mis hermanos empiezan a tomar puñados de ellas para llevárselos a la boca.

—Hey, no van a dejar nada para la película —los regaño. Ellos se quejan, incluso Miguel.

Estamos mis hermanas gemelas, Karen, Theo, Barton, Miguel y yo. Nos juntamos en mi habitación para poder ver una película con muchas mas comodidad.

Mamá ha salido con ese hombre y nos ha tocado a Miguel y a mi cuidar de los carajitos.

—Bueno, ¿qué película quieren ver, niños?

—¿Por qué no me preguntas a mí? —me quejo.

—Shashate hermana—balbucea Barton. Apenas puede hablar y ya me está callando.

—Dame esos cinco, pequeñín.

Miguel le extiende la palma y mi hermano se la choca con su pequeña manito.

Estos niños adoran a Miguel.

—Veamos Elsa y Ana —ofrece Theo.

—Se llama Frozen —lo corrige Karen.

—¡Sí, Frozen! —gritan las gemelas.

Miguel busca la película en Disney plus en el televisor y la empieza a reproducir bajo la atenta mirada de todos.

Ya me he visto esta películas varias veces con mis hermanos, así que no es nada nuevo para mi, pero se emocionan tanto que parece que es la primera vez que la ven.

Comemos palomitas de maíz mientras vemos la película.

En cuanto la película va a la mitad, Bostezo. Theo y Barton se han quedado dormidos acurrucados junto a Miguel. Hasta mis hermanas están cerca de él.

¿Y si nos casamos?Where stories live. Discover now