001 I Cupido llega tarde

12.6K 551 127
                                    

Viernes, 15 de febrero

El murmullo de los estudiantes de la Universidad de Sidney inundaron los oídos de Cupido, se sintió ajetreado por regresar nuevamente al mundo humano, en menos de un día. Los autos cruzaban constantemente en la calle. Él sacó el papel de la dirección del brujo que había cambiado sus flechas por cupones de amor que le había entregado su madre, pero el nombre de las calles todavía era complicado.

Se detuvo en una esquina y un olor a pan recién hecho inundaron las fosas nasales del pelirrosa. Aspiró con fuerza para percibir el olor a café tenuemente, apretó los ojos con fuerza para encontrar de donde provenía dicho olor tan cautivamente, por lo que emprendió su camino en línea recta sin fijarse por su camino. Así que no fue consciente que tiró una pequeña escalera de metal, por lo que un gritó agudo llegó a sus oídos.

—¡Las escaleras! —chilló ella, colgándose de un pequeño techo de madera de la entrada.

Cupido abrió los ojos de golpe, se inclinó un poco hacia atrás, extendiendo los brazos hacia delante en el preciso momento en que los brazos de la mujer ya no soportaron su propio peso. Arrugó el entrecejo, formando un puño con su mano, esperando estrellarse contra el suelo. Sin embargo, quedo en el aire, sintiendo como un par de manos que se amoldaban a la curva de su espalda y detrás de sus rodillas.

La castaña clara atrajo sus dos brazos hacia su pecho, con lentitud abrió un ojo. Observó hacia arriba para encontrarse con unos ojos violeta. Sus cejas pobladas de un tono rosa fuerte eran llamativos. Él parecía haberse congelado, pero gracias a su carraspeó lo sacó de su trance.

—Gracias —musitó susurrante— ¿Podrías bajarme? —apresuró, señalando el piso.

—Claro, claro —aceptó, inclinando la espalda para bajar sus piernas primero, se aseguró que estuviera firme antes de alejar su mano de la espalda—. Lamento haber tirado la escalera, no me fijaba por donde iba —añadió apenado, inclinando la cabeza hacia abajo para posar sus ojos en los de la chica que eran redondos y café.

—No te preocupes, lamento haber caído encima de ti. —Sacudió sus rodillas—. Estaba limpiando la entrada, era necesario.

Fue entonces cuando Cupido se dio cuenta que estaba en frente de una cafetería, donde provenía ese maravilloso olor.

—No todos los días cae un ángel a mis brazos —bromeó, mirándola por el rabillo para darse cuenta que sus mejillas se habían encendido un poco— ¿Podrías ayudarme a encontrar una dirección, por favor? —Palmeó el bolsillo de su pantalón de atrás, sacando el papel de su pantalón.

Él intentó leer sus pensamientos, pero justo como había dicho su madre; sus dones de deidad habían sido puesto en pausa por el Olimpo.

La castaña limpió sus manos con ayuda de la playera que llevaba puesta para tomar el papel del hombre en frente. Leyó la dirección, alzó su mentón bien definido para ubicarse, atravesando los rayos del sol con una mano.

—Sí, estás muy cerca. Tienes que continuar en línea recta dos cuadras más, y das vuelta a la izquierda. Debe de ser como el segundo local. Siempre hay una botarga de un pez repartiendo flyers —manifestó con una sonrisa dulce.

—Gracias, ángel. Adiós.

Cupido continuó su camino sin dar una mirada a su espalda, siguiendo las instrucciones de aquella mujer hasta que finalmente encontró la botarga de un gran atún animado que agitaba su aleta y emitía sonidos guturales desde su garganta para atraer la atención.

El pelirrosa irguió sus hombros, tratando de contener todo el aire que fuese posible dentro de su pecho hasta colocarse en frente de la botarga del pez, el hombre en su interior sello sus labios con sorpresa, con las grandes aletas intentó abrir la boca que quedaba justo en frente de su rostro.

El cupón de Cupido  [CD #1.5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora