005 l La cita

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Martes, 19 de febrero

Ginger estaba subiendo las escaleras de dos en dos con prisa, Jade le dijo que ella se encargaría de terminar de limpiar las pocas tazas de los últimos clientes. Debido a la emoción, la castaña había decidido cerrar la cafetería un poco más temprano, para arreglarse.

Al abrir la puerta, lo primero que vio fue a su abuelita sentada con su pajarito verde sobre el hombro, que empezó a gritar al ver a la castaña.

—Ginger tiene una cita, Ginger tiene una cita —repitió con entusiasmo el animal, que estaba revoloteando sus alas con anhelo.

La chica ensanchó su sonrisa, mostrando los dos dientes de enfrente que resaltan y sin poder evitarlo, sintió un calorcito en sus mejillas. Tenía un tiempo sin citas, por lo que se encontraba más nerviosa de lo normal, recordando cuando era una adolescente y un chico la invitó.

Su abuela sonrió con ternura, y le deseó suerte antes de continuar prestando atención a la televisión. Su nieta caminó por el estrecho pasillo hasta que llegó a su habitación, tomando la toalla que colgaba del armario y fue directo al baño. Al deshacerse de la ropa y estar debajo de la ducha, exfolió todo su cuerpo, pasando el rastrillo por sus piernas, cortándose un poco en la rodilla, provocando que de sus labios saliera una palabra altisonante, porque quería usar un vestido.

Se envolvió en la toalla antes de salir a su habitación, cerrando la puerta detrás de ella. Dejó caer el peso en el borde de la cama, humectando con crema cada célula de su cuerpo, hecho loción y finalmente un poco de perfume olor a dulce. Fue a su armario, sacando el vestido amarillo de tirantes suelto en la parte de abajo. Se puso la ropa interior primero y luego su conjunto. Cepilló su cabello húmedo, intentó hacer una pequeña diadema con su propio pelo trenzado.

El maquillaje fue más sencillo, con sombras cafés y un poco de brillo en la lagrimal, utilizó un gloss y sonrió cuando quedó satisfecha. Miró su reflejo en el espejo por milésima vez, sintió que algo le hacía falta. Entonces vio que no tenía ni un accesorio. Fue a su joyero, tomando algunas.

Se puso unas zapatillas, salió de su habitación, parándose enfrente de su abuela y dando una vuelta sobre el mismo eje.

—Luces preciosa, Gin.

—Gracias, ¿sabes si Jade ya terminó de arreglar abajo o necesita ayuda?

—Tú sabes que yo no necesito ayuda, igual tu ya habías terminado de arreglar casi todo el lugar, supongo que fue más fácil. —La morena se encogió de hombros, restándole importancia—. Te ves preciosa, me da gusta que por fin el idiota profesor ese te haya invitado a una cita, creía que no tenía ojos por no ver lo hermosa que eres.

—Oh, cállate, que haces que sienta vergüenza. —Agachó la cabeza, sintiéndose la mujer más hermosa del mundo.

—No, claro que no. Yo siempre voy a repetirlo. Igual mi novio va a venir en un rato, nos vamos a llevarnos unos de mis muebles. —Jade apretó los labios en una línea—. Estamos terminando de arreglar el apartamento como una pareja, y creemos que mis muebles le darían ese toque.

—Supongo que no vas a dormir esta noche aquí, ¿verdad?

Jade sacudió su cabeza como respuesta, lamiendo su labio inferior.

—Todavía no ha llegado nadie a pedir el cuarto, ¿verdad? Me parece extraño, por la zona en la que estamos, yo creía que todas estarían buscando algo.

—Es que deben de tener contratos en otra parte, tal vez vengan cuando se acabe el mes, pero de igual manera me encanta que estés mudándote con tu novio.

Jade iba a replicar cuando escuchó el timbre que resonó en la sala. Ginger soltó un pequeño chillido de emoción, pero intentó recuperarse al instante al desinflar sus pulmones. Metió los dedos en su melena antes de bajar por las escaleras, caminando por el pasillo que estaba entre la cafetería hasta abrir la de puerta, que se lograba perderse con la pared.

El cupón de Cupido  [CD #1.5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora