025 l En busca de meseros

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Lunes, 9 de marzo

El lunes era sin duda el día más tedioso de toda la semana en la cafetería. Siempre estaba repleto toda la jornada laboral, a veces Ginger tenía la sensación que un par de brazos extras quizás debería contratar a alguien de medio tiempo.

Recargó la mano en la barra mientras que con la otra la colocaba en su cadera con la idea atravesada en su mente. Su deidad salió de la cocina con un gran pedido de los chicos que juntaron tres mesas, haciendo una.

Todavía le parecía extraño llamarlo Cupido, aunque para ser sinceros, a ella no le agradaba tanto el nombre de Mishka, le recordaba un programa de Disney para niños, por cual le empezó a intrigar ¿Quién le puso así?

La humana continuó trabajando apresurada lo que restó de la jornada laboral. Cada vez que tenía oportunidad, tronaba los huesos del cuerpo, liberando algo de tensión que se acumulaba.

Era un hecho: necesitaba un nuevo mesero, porque Cupido y ella no se daban abasto. Iba a publicar en redes sociales un flyer. Tal vez tendría suerte y para el día de mañana, personas iban a estar trayendo la solicitud o las iban a mandar.

Se sentía extasiada, por lo cuando tuvo un poco de tiempo para la comida, mejor lo utilizó para diseñar el anuncio que tan pronto lo terminó, lo subió a internet, por lo que esperaba respuesta casi inmediata y la sonrisa pasmada en sus labios no se borraba.

—¿Por qué andas tan sonriente? —inquirió la deidad con curiosidad, luego de haber entregado un pedido.

—Estoy buscando una persona para que nos ayude, un mesero. Ya ves que hace rato estuvimos corriendo de lado a lado. Sería medio tiempo, en la tarde. Al cabo de la mañana solo hay pedidos para llevar —explicó ella, volviendo a desbloquear el celular y enseñándole lo recién publicado.

—Sí, hoy las personas fueron excesivas. —Resopló el pelirrosa, dando un paso más hacia ella, acercando la mano a la cintura y recargando el mentón en el hombro desde atrás.

—Y eso es algo bueno, los panes dulces se acabaron en un abrir y cerrar de ojos. —La sonrisa en su rostro se ensanchó—. Lo malo es que mi abuelita es una señora testaruda, amaba levantarse más temprano para ir a surtir todo lo del día siguiente, cocinar. Ella siempre fue una mujer muy activa, pero llegas a una edad cuando es más cansado. Por eso aceptó que transformáramos de la panadería a la cafetería —explicó, encogiéndose de hombros.

—¿Entonces fue muy difícil?

—¡Sí! Sobre todo, en la remodelación, un cambio muy drástico. —Masajeó sus sienes con las manos.

—No te estreses por algo que ya sucedió, mi ángel. Lo importante es lo que has conseguido. —Apretó los hombros de su mujer con cariño.

—Sí, a veces el camino está un poco complicado —contestó ella, dando un paso hacia delante, porque un nuevo comensal cruzaba por la puerta.

Cupido regresó a la cocina para preparar el nuevo pedido mientras ella los atendía. Él a pesar de no tener sus poderes, se sentía como la persona más eficaz del mundo, ¿algún dios del Olimpo podría cocinar las deliciosas galletas de chocolate que él podía hacer sin utilizar sus dones?

En realidad, lo dudaba.

El día iba mejor, ya que no dejaban de llegar nuevos clientes y en grupos grandes.

Al finalizar el día, Ginger tarareaba una canción en la que limpiaba las mesas con el trapo. Un escalofrío recorrió su espina dorsal cuando dos manos se deslizaron por su cintura, entrelazando sus dedos en su vientre.

—¿Qué haces? ¿No ves que todavía tenemos que limpiar? —regañó Ginger, carraspeando la garganta.

Sintió en su trasero un bulto, por lo cual el color en sus mejillas se intensificaron. Ella se impulsó hacia delante, creando un espacio entre sus cuerpos.

El cupón de Cupido  [CD #1.5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora