007 l El cupón de regreso

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Jueves, 21 de febrero

Los ojos de la castaña se abrieron de par en par cuando se percató que Noah ya se encontraba del otro lado de la entrada. Tenía un poco el cabello revuelto, y unas profundas ojeras que le agregaba unos años más. Ella arrugó el entrecejo con confusión, ni siquiera había abierto la cafetería.

Cruzó los brazos sobre el pecho, quitó el seguro de la puerta y la abrió.

—Hola —saludó con una sonrisa sin mostrar los dientes—. Es muy temprano, todavía. Pero...

—Quería verte, alegrar mi día con tu carita —cortó en seco, guardó sus manos en los bolsillos de su pantalón—. Siento incomodarte —agregó al ver que ella no mantenía la mirada en sus ojos—. Tal vez estás un poco ocupada, fue imprudente venir.

—Sí, pero está bien. Ya están saliendo las tandas de pan de mi abuelita, ¿quieres probar uno? Saben deliciosos recién hechos —añadió Ginger, mordiendo el interior de su mejilla, esperando a que la respuesta fuera negativa.

—Sí, me encantaría —accedió con una amplia sonrisa en sus labios, adentrándose al local.

Cupido se inclinó un poco hacia atrás, tratando de ver qué era lo que pasaba afuera y por qué la mortal se había tardado en regresar, luego que habían llamado a la puerta. Por lo que sacó los guantes y los tiró en el cesto de basura, saliendo de la cocina, tomando desprevenido que el hombre estaba incrementando su obsesión.

El brillo en los ojos de Noah desaparecieron al instante junto con so sonrisa, sus manos se habían formado en un puño a sus costados, su pecho subía y bajaba con irregularidad.

—¿Cómo es que llegaste primero? —Intercaló la mirada entre el pelirrosa y la bella mujer que tenía enfrente.

—Este, pues estoy ayudando a Sarah para los panes. Es un poco duro despertarse tan temprano, pero vale la pena el pan dulce. A ver si después no me convierto en una bola rodante —bromeó Cupido, relamiendo su labio inferior al ver que era una respuesta que no tranquilizaba al hombre.

—Sí, déjame bajo una de las sillas de la mesa —carraspeó Ginger, estirando su cuello para señalar los asientos de atrás.

Sus pasos fueron seguidos por Noah, él la ayudó a bajar la silla de la mesa individual. Ella pidió unos segundos para preparar un desayuno. El dios tenía un rostro con confusión, pero la siguió al interior de la cocina.

—¿Por qué tanto alboroto traen ustedes? —inquirió Sarah, sacando la bandeja más reciente del horno— ¿Ya terminaste de bajar las sillas de afuera?

—No quiero sonar entrometido, pero ¿No es muy temprano para que él esté aquí? —musitó Cupido, parado detrás de la humana.

Ginger se encogió de hombros, pues sí era muy temprano, ella ni siquiera lo había invitado.

—Sí, pero ni modo que lo eche—replicó en el mismo tono bajo que el dios.

Ella fue a una de las cafeteras, agarró una taza y preparó la misma de todos los días. Tomó un pequeño plato, colocando una pieza de pan antes de salir de la cocina.

La abuelita torció sus labios en una mueca, pues sentía una extraña opresión sobre su pecho, transmitiendo sus preocupaciones por los semblantes de su rostro.

—Ese muchacho antes me agradaba, pero ahora no tanto. Odio que vengan sin avisar, me parece de mal gusto. Ese joven me gustaba, muy serio, enfocado en sus propios problemas. Solía pasar una hora aquí, tal vez esperando su siguiente clase en la universidad ¿Lo conoces? ¿Cuándo dices que vas tú a la facultad?

El cupón de Cupido  [CD #1.5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora