030 I Final

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Sábado, 14 de marzo

La deidad aterrizó sobre su rodilla, arrodillado en una esponjosa nube. En frente estaban dos grandes puertas de color blanca, tenían un montón de detalles tallados, contando las historias de cada uno de los dioses que formaban parte del Olimpo. Eran pequeños momentos icónicos. Nunca le prestó atención a la suya, ya que creía que iba a estar enmarcado uno de sus errores.

El día anterior fue en busca de su madre, pero no la encontró. Supuso que se escondió luego de que su plan fallará. Sin embargo, se asustó, porque en un pasado fue capaz de intentar matar a Psique por sus propias manos, aunque la mujer fue mucho más inteligente y la derrotó en su propio juego.

La situación para Ginger era distinta, debido a que estaba en el mundo humano y ellos no tenían ambrosía. Además, tenía un encantamiento para que nunca llegase allá. No se imaginaban el desastre que podrían causar si se enteraran de las proporciones exóticas que contenía.

Por lo que fue en busca de su amigo Kye para que la ayudará a encontrar a Venus, sus poderes se volvieron a debilitar. Supuso que regresaron a él cuando la adrenalina recorrió todo su cuerpo al observar cómo estaban apuntando al amor de su vida con una pistola.

Ni siquiera la pudo pensar cuando descendió sobre ella, protegiéndola con sus alas. No estaba seguro si eran lo suficientemente fuertes para crear una protección.

Y estaba dispuesto a asumir el riesgo.

Seguía alterado, porque ella intentó terminar con él, por lo que buscaría cualquier opción para que ella estuviese segura. Su madre lo iba a escuchar, no tenía ni la más mínima idea de qué era lo que le iba a decir.

Por lo que le hablaría con el corazón.

Kye conjuró una brújula con un tenedor, porque era lo que tenía en mano, era como un rastreador donde indicaba donde se encontraba ella con exactitud, gracias a un cabello del pelirroso por el parentesco.

—¿Puedes ir al Olimpo? —inquirió Kye con confusión.

—Claro, ¿por qué no?

—¿No estabas aquí por un castigo? Ni siquiera eres capaz de controlar tus poderes, ¿podrás llegar allá? —contó el brujo.

—No, pero necesito que abras un portal cerca.

—¡Nunca he hecho uno de esos! —chilló, aterrado.

Los maestros de Kye le reiteraron un millón de veces que no debía hacer eso, era muy peligroso. Y ellos no tenían la autorización para hacerlo, sin contar que iban a quedar exhaustos al terminar, con riesgo de dormir hasta cuatro días enteros. El brujo no podía darse el lujo de desaparecer, ¿qué es lo que le iba a pasar a su trabajo con el pollo?

—Si me ayudas, te prometo que te pagaré y te ayudaré a poner tu propio negocio de lo que quieras —instó el pelirrosa con un tono desesperado.

Juntó sus manos, suplicantes.

Kye ladeó la cabeza con confusión, era una propuesta tentadora, por fin podría dejar la apestosa botarga que se lava una vez al año cuando la utiliza diario al menos ocho horas. Por lo que extendió el brazo hacia la deidad, aceptando el trato.

—Voy a necesitar que estemos en la habitación, porque voy a caer dormido, así que me van a despedir —resopló Kye.

Cupido palmeó el bolsillo trasero de su pantalón, sacó la tarjeta que Venus le dio. Estaba seguro que tenía una gran cantidad de dinero que se le podía entregar al brujo. Se la dio sin vacilar, luego de decirle el NIP.

—Tienes que hacerlo después de despertar, y creo que solo se puede sacar máximo quince mil, por lo que tienes que sacarlo en varios días.

—¿Cuál es el límite? —inquirió, ilusionado en lo que sacaba la cartera para guardarla.

El cupón de Cupido  [CD #1.5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora