015 l Rueda de la fortuna

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Viernes, 27 de febrero

Ginger resopló, cerrando sus ojos por un instante. Solo había algunos clientes con su computadora en mesas individuales, varios de ellos lucían estresados, seguro se encontraban realizando tareas o tenían exámenes. Todavía recordaba aquella sensación, sólo tenía dos años que egresó de su carrera, y nunca olvidaría aquellas sensaciones.

Cupido salió de la cocina, ladeando su cabeza. Él le acarició su cola de caballo antes de pararse a un costado de ella.

—Ha sido un día muy ajetreado —confesó él, desplomándose hacia la humana y colocando su frente sobre el hombro.

—Al menos ya casi se va a terminar, Mish.

—¿Y si me dices mejor fresita? —canturreó él con voz adorable.

Le rodeó la cintura con ambos brazos, tirando de su humana hasta que se irguió, el pelirrosa le depositó un beso sobre su hombro, aspirando el aroma a café que ella adquiere a lo largo del día.

—No, si me vas a seguir estrujando de esa manera —rió con diversión.

Cupido volvió a apretarla contra sí, mordisqueando su hombro otra vez con suavidad.

—Estás jugando con fuego, ángel —advirtió él con voz pícara.

—Tal vez me gusta quemarme, fresita.

Cupido soltó un sonido gutural, depositando un beso en el moflete con dulzura.

—Mi amigo me comentó que hay una feria por allá, ¿quieres ir?

—Gracias por sacarme de la rutina.

—¿Eso es un sí?

—Definitivamente.

La hora restante de la jornada laboral transcurrió con lentitud, todo parecía estar en cámara lenta, Cupido había regresado a la cocina para dejarla impecable para el día siguiente.

Sacó los instrumentos para limpiar en las mesas, no dejó que ella hiciera un movimiento extra. Debido a que el día anterior no le ayudó en lo absoluto. Al cerrar, Sarah se bajó con lentitud, observando todo el lugar.

—Chicos, no me esperen en la noche que es de bingo con unas amigas y se va a poner ¡Salvaje! —vociferó Sarah exaltada y dando un diminuto aplauso que hizo eco.

Ginger soltó una carcajada, meneando la mano como despedida que su abuela salió sin decir ni una palabra extra. Para ese entonces, ya no había comensales en el establecimiento y la deidad terminó de arreglar todo el lugar. Los se dirigieron al departamento, la humana iba dos peldaños más que el hombre, lo cual le brindaba una grandiosa mirada al exquisito trasero de ella.

Cupido no lo pudo resistir, tendió la palma de su mano, llegando hasta ella y brindándole una nalgada. Ginger se estremeció, porque no lo presentía. Instintivamente colocó las manos, como un escudo y empezó a correr hacia arriba, de dos en dos, jugueteando con el dios.

Él no se quedó atrás, apresuró su paso. Era una pequeña batalla que debía de ganar, colocaría otra vez sus manos sobre su redondo trasero. Por más que ella intentará moverse rápido, era como una tortuga. Intentó girar el pomo de la puerta con velocidad, no obstante, era más lenta. Chilló, recargándose contra la madera, intentando cubrir su retaguardia, sin éxito, o al menos eso era lo que la mortal creía.

La puerta se abrió, trató de adentrarse, y en ese preciso momento, Cupido la sujetó de las caderas, alzándola en el aire. Ella se hizo bolita, atrayendo sus rodillas hacia su pecho, metiendo su rostro en el agujero que se formaba, abrazó sus piernas mientras él sólo la sostenía con un solo brazo. La espalda de la humana estaba contra su caja torácica y podía sentir que su corazón se podría desbocar en cualquier instante.

El cupón de Cupido  [CD #1.5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora