021 l Hudson y Venus

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Jueves, 5 de marzo

La sonrisa pasmada de Ginger en los labios era difícil de ocultar, cada vez que un cliente se acercaba a realizar su pedido. Ese día había amanecido entre los brazos del pelirrosa, pero al instante lo empujó fuera de la cama al ver la hora, ya no faltaba mucho para que Sarah despertará, y no estaba preparada para terminar de explicarle lo que ella tenía, ya que sabía que antes había captado su mal humor durante los días pasados.

La puerta se abrió. Una mujer alta y esbelta cruzó, caminando en su dirección. Ginger la escudriñó por unos segundos, su rostro se le hizo familiar e intentó buscar en su memoria hasta encontrarla.

Era la madre de Mishka, que no recordaba su nombre. Pero, sí que parecía que ella no le agradaba en lo absoluto, por lo que pasó saliva con dificultad cuando se detuvo enfrente de la caja registradora.

—Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarle? ¿Usted es la madre de Mishka?

Venus la barrió con la mirada, que la hizo sentir un poco incómoda, sus manos empezaron a sudar.

—Sí, está atrás... —balbuceó, mordiendo el interior de sus mejillas.

—Bien, háblale —ordenó con una voz gélida y sin sostenerle la mirada.

Ginger arrugó el entrecejo, afligida, pues quería decirle que debía de tratarla con respeto y no de la manera en que lo estaba haciendo, porque ella no ha hecho nada para molestarla. Sin embargo, no tuvo la valentía para expresar sus pensamientos.

En cambio, se giró sobre sus pies, yendo a la cocina. Al pasar por el umbral, carraspeó su garganta, atrayendo la atención del pelirrosa que estaba presionando el botón de la licuadora. Sirvió todo en un vaso, le brindó una sonrisa cálida a su humana. Dio dos zancadas hasta llegar a ella, rodear su cintura con las manos, atrayéndola hacia él, capturando sus labios con los de él por un breve segundo, después depositó castos besos alrededor de su rostro.

—Hola de nuevo, mi bello ángel.

—Está tu mamá afuera. —Señaló detrás de ella.

Al instante, a Cupido se le borró la sonrisa, arrugó el entrecejo y retrocedió un paso.

—¿Sabes lo que quiere?

Ginger sacudió su cabeza.

—Ahorita vengo, ese es el pedido de la mesa cinco. —Acunó el rostro de su mortal, le dio un beso en su pequeña frente, saliendo de la cocina.

—Quítate el mantel de la cadera, tan poderoso tú para que estés dentro de una cocina —comentó con desprecio, rodando los ojos.

Cupido volteó, esperando que sus palabras no fueran escuchadas por su humana, no había pasado a su alrededor, ella le estaba entregando su pedido. Desató el nudo detrás de su espalda, lo dobló, se acercó a la barra para dejarlo ahí y extendió su cuello hacia la puerta para que los dos salieran.

Dio una breve mirada a Ginger antes de cruzar por la puerta, después de su madre.

—No la veas así, Cupido —farfulló su madre, un poco asqueada—. Los humanos son inferiores a nosotros, deberías de aprenderlo.

—Mamá, si le dieras la oportunidad de conocer a los humanos, no todos son malos —sintetizó, resoplando.

Emprendieron un camino sin rumbo, Cupido metió las manos en los bolsillos de su pantalón.

—¿A qué has venido? —preguntó ella sin escrúpulos.

—Ya puedes regresar al Olimpo, Cupido. No es necesario que estés invadiendo una habitación en un pequeño espacio cuando tienes tu propio palacio —instó la diosa, torciendo los labios en una mueca.

El cupón de Cupido  [CD #1.5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora