15.5: Soledades, nada más

766 156 170
                                    

Había pensado, hasta este momento, que no existía manera bonita para describir la soledad. Porque se veía como se sentía: invisible.

Quiero decir, es tan distinto sentirse solo cuando hay tantas personas que te quieren y que hasta aman. Pero una parte de mí odiaba la soledad tanto como odiaba la monotonía, y aquello era lo curioso de todo: la soledad es un tipo de monotonía, una persistente. En noches así de frías inevitablemente recuerdo esos tiempos extraviados en mis memorias. Vuelvo a mi padre y yo mirando las estrellas. A la época en donde todo estaba bien, antes de las discusiones. Antes de todo, antes de nada. Hoy por la tarde, para sorpresa mía, mi padre había llamado avisándome que empezara a preparar todo, pues estaría visitando el pueblo días antes de la boda de María, mi hermana. Que era una sorpresa, y que no le diga a nadie. Al igual que la última vez que hablamos, terminamos discutiendo. El problema de discutir con alguien igual de terco que uno es que ninguno de los dos aceptará la culpa, mucho menos que ha perdido la discusión.

Colgué enojado, dejando a medias lo que mi padre estaba por decir porque me sentía temblando, la cara roja y a punto de llorar de la frustración. El frío me arropaba sutilmente ahora, horas después, cerré los ojos con mi cara puesta en los astros. Escuché primero pasos, luego una voz que seguí con la vista. Sonreí sin darme cuenta al mirarlo, siempre lucía como si hubiera corrido una milla, con un matiz constante de rosa debajo de su piel pálida. Ha de ser por el clima en el pueblo, o quizá simplemente así era Valentino. Quizá así era él.

—¿Qué haces despierto? —dijo, su voz cargando con la timidez de un hombre sin confianza en sí mismo. El tono de una duda que desesperadamente quería respuestas.

—Acabo de salir al patio por un poco de aire fresco, es realmente hermosa esta noche.

Se acercó a mi lado, tropezando torpemente a su alrededor, luego dijo:

—¿Puedo acompañarte?

La primera vez que lo miré, me llamaron la atención sus ojos. Eran grandes, redondos. Oscuros, casi negros si no fuera por esa pizca de café molido. Pero ahora no se podían ver gracias a la noche y a su vestido de sombras. Me di cuenta que lo había estado viendo por mucho tiempo y acabé poniéndome nervioso sin querer.

—Ah, sí, sí. Por allá debe haber una silla de plástico —moví mi cabeza hacia una esquina de la casa, después esperé un poco para que Valentino regresara. Ya a mi lado, observé como me extendía parte de su cobija.

—¿Compartimos?

Porque disfruto del frío, no me di cuenta el tipo de clima que estaba haciendo esa noche. Acomodé parte de mis rizos detrás de mi oreja, la comisura de mis labios levantándose antes de decir que sí. Estaba a gusto sin nada aparte de mi pijama, pero decidí aceptar su propuesta como una excusa para estar más cerca de él. Sé que si Matías escuchara mis pensamientos quedaría como un hazmerreír, pero mientras no se entere, yo podía ser feliz. Quedamos viendo al cielo o tal vez a las flores, distraído como estaba por la presencia de Valentino, no noté cuando comenzó a hablar:

—Te debo una disculpa por el otro día —me miró de reojo, las sombras de la noche escondiendo parte de su rostro anguloso—. Sé que me pasé de copas e hice el ridículo, no tuve ningún derecho a ser una molestia. Fui egoísta. Dije e hice cosas que de otra manera no haría.

Me tardé en responder, sus palabras sumergiéndose en mi mente. Encogí mis hombros, una sonrisa queriéndose aparecer.

—No es la primera vez que me pasa algo parecido, realmente —dije, mirando finalmente hacia él. Mi mente hizo corto circuito, viéndolo así me hacía sentir extraño. Debajo de sus pestañas cortas, se escondía una mirada insegura, y seguidamente una pequeña mueca que mostraba desnudamente sus preocupaciones y dudas. Tuve que tragarme las palabras atoradas en mi garganta para seguir hablando—. No te preocupes, a veces estar borracho es algo bueno porque puedes ser real y frágil sin ser juzgado por la gente.

Cenizas de un hombre muertoOnde histórias criam vida. Descubra agora