CAPÍTULO IV - Entender(nos)

1.1K 96 29
                                    

APOV:
-DEJE LA MANOSEADERA, DOCTOR ARMANDO MENDOZA- gritó Don Hermes y muy probablemente salpicó mucha saliva.

-Ay, Hermeeees, déjelos tranquilos que no están haciendo nada, sólo están bailando- Dijo doña Julia muy conmovida por la escena tan romántica.

-Disculpe, Don Hermes, es que la canción era muy bonita y la quería bailar con Betty. Pero en todo caso mejor me retiro porque ya es tarde.- quise sonar tranquilo aunque Don Hermes me impacientaba mucho.

Probablemente mi convivencia con Don Hermes sería el pago a cambio de toda la felicidad que me regalaría Beatriz. Sin duda nada es gratis y yo tendré que pagar con creces y paciencia, mucha paciencia.

¡Qué cruz!

-Vamos, Don Armando, lo acompaño a la puerta. Quiero despedirme de usted- Me dijo con la cara muy tranquila, lo suficiente como para no incomodarse por la escena que nos acababan de hacer.

-Déjeme la puerta abierta y nada de manoseos, eeeehh. El diablo es puerco y a los noviecitos también los acecha- Don Hermes intentando ir tras nosotros, pero por suerte Doña Julia se lo llevó a empujones a su habitación.

-Doctor, perdone que mi papá nos interrumpiera en ese momento tan... tan bonito que teníamos. Yo quiero que sepa que hoy fue un gran día, incluso para haber tenido tantos inconvenientes- me dijo Mi Betty. Se escuchaba genuinamente contenta e incluso me hizo sentir dramático al pensar que me podía dejar por haber tenido ese arranque violento en contra de Román.

-Vea, mi amor, que a mí no me importa si nos interrumpen mil veces con tal de tener unos minuticos con usted a solas y poderla mirar aunque sea de lejos. Yo no me puedo quejar de que su papá sea así de... (CANSON) cuidadoso con usted. Tiene todas las razones del mundo para hacerlo y óigame bien, que ahora no tendrá a un hombre tras de usted cuidándola. Ya somos dos.- trate de utilizar un tono coqueto y juguetear con la solapa de su saco morado.

-Se equivoca, Doctor Mendoza, no son dos, son tres.- dijo sonriendo muy triunfal y con la intención de provocarme.

-¿Ah, sí? -Cuenta hasta diez, Amando, cuenta hasta diez.- Y dígame, Doctora Pinzón, ¿quién es ese tercero, ah?, ¿O es que a caso Michell también hace parte de su séquito de guardianes? - hice hasta lo imposible por no sonar celoso.

-¿Está usted celoso, Doctor?- apretó la boca para no soltar una risa

-¿Celoso yo?, ¿Me cree a caso capaz de celarla con un tipo que ayer casi se la lleva de mi lado? No, pff. Yo jamás podría celarla.

No pudo evitar la risa que venía conteniendo desde hace varios minutos. Fue tanta su risa, que comenzó a tener espasmos y llorar. Al principio me reí con ella, pero después rió tanto, que me asusté.

-Ay, doctor, pero si Michell no es parte de la tríada de vengadores que me cuidan.- dijo entre cortos lapsos de risa y tratando de mantener la calma

Pero si no era Michell, ¿entonces quién era el otro idiota que quería defenderla? En un segundo pasé imagen de todos los hombres que se acercaban a ella. Inversionistas, empleados, visitantes de Ecomoda y traté de recordar si alguno había dejado notar alguna otra intención o si había visto yo algo, pero no, nada fuera de lo normal.

-Don Armando, no puedo creer que no se imagine quién es, si ya hasta a usted le ha tocado pelearse con él.- puso cara de obviedad y me sentí aún más imbécil por no haberlo notado antes.

Locura Mía (1)Where stories live. Discover now