CAPÍTULO XI - Imaginar(nos)

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BPOV:
No me gusta dar razones o justificarme. A veces mis deseos no tienen razón de ser, siento que no soy yo quien decide, sino que dentro de mí habita otro. Más que vivir en mí, es mi dueño. No quisiera confesarle esto a Armando, porque es penoso admitirle que yo no soy mi dueña, sino que lo es él.

En esta pequeña oficina, me dejo de sentir vacía. Siento que el hueco de mi cintura al fin se llena con sus manos, sus dedos que delinean mis curvas poco sinuosas, que su cabeza embona perfecto entre mi oreja y mi clavícula, dando por hecho que deseo permanezca por siempre en esta posición, con su lengua paseando por todo mi cuello, saboreando mi perfume y quizá un poco de sudor y sus manos, divinas manos largas, me recorran sin descanso, sin darme tiempo para pensar en detenerlo.

Es él, Armando quien me domina, que me dicta la última palabra y que me empuja al vacío, que me hace pedir que acabe todo ya, que de una vez por todas y en un acto de fe me deje ir. Puedo sentir que estalla el mundo y yo me dejo sentir entre sus manos curiosas.

Si en los ojos te besan esta noche,
si estremece las ramas un dulce suspirar,
si te oprime los dedos una mano pequeña
que te toma y te deja, que te logra y se va.

Si no ves esa mano, ni esa boca que besa,
si es el aire quien teje la ilusión de besar,
oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos,
en el viento fundida, ¿me reconocerás?

-Mhhm... Armando... si estuviera con la luz apagada y alguien lo toca... mhhh... pero no le puede mirar... ¿Seria capaz de saber si soy yo quien le acaricia? -- dije con un esfuerzo titánico en formular la idea entera teniendo sus manos en mis piernas y su boca por ahí... no sé en donde.--

¿Por que se dentiene?, no se detenga, doctor. Acaricieme.

--Betty, mi vida, primero que todo, qué delicia estar en estas con usted... y respondiendo a esto, sí, sería capaz de saber si sus manos me están tocando así...--y con su mano sobre la mía, hizo un camino desde el inicio de su cuello al inicio de su cinturón-- o quiza si me acaricia así...-- y con su mano en mi cuello guió mis labios por toda su mandíbula, cosa que me pareció verdaderamente emocionante.

Me perdí en lo que le había preguntado y continúe el caminito de besos y leves mordiditas por su mandíbula, su oreja... incitada por sus pequeños suspiros y los temblores que lograba percibir por estar tan... mmhh... pero taaan... ahhh... tan pegaditos.

Así como yo siento que tiembla con mi caricia, con el suspiro que doy cerca de su oído... ¿usted también siente cómo mi pecho retumba de amor?, ¿también siente esta necesidad de fundirnos y no tener que volver a estar separados?

Sus manos, sus pasos y su ventaja de ser más grande que yo, le da el dominio. Yo no pongo reparos en que sea él quien me suba, me baje, me use y me acaricie. No tengo la astucia femenina ni la sensualidad para hacerlo morir de placer... yo solo le puedo ofrecer mimos torpes, roces temblorosos, pero lo que aseguro es que ninguna que lo haya tocado, lo habrá hecho con el amor, con la devoción que yo.
Ninguna de las tantas...¿cuántas? Lo ha amado como yo. Porque yo no ansío solo su cuerpo, mhhh... ahhh... pero agradezco que me lo ofrezca... ahhhh así, de este modo... porque yo lo quiero todo de él, incluso lo amo cuando es detestablemente neurótico, gritón.

--Pero sabe qué, Mi Betty, yo a usted la conozco. Yo reconozco su olor entre miles de personas, yo sé a qué sabe esta boquita divina...-- e hizo una pausa para dar un sutil lengüetazo a toda mi boca, seguido por una suaaave... lenta y muy sensual mordida...-- yo sé que aunque no la vea, va a temblar si le acarició aquí...-- y con su dedo índice recorrió toda la extensión media de mi espalda, haciendo que me sacudiera de inmediato, dandole la razón.

Locura Mía (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora