CAPÍTULO VIII - Contar(nos)

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BPOV:

-- Muy bien, Beatriz, ya hemos hablado de mujer a mujer y esta es la tercera vez que la tengo enfrente y probablemente sea la última. Siempre que nos enfrentamos soy yo quien habla y usted calla, pero esta vez vamos a hablar las dos, vamos a blanquear este oscuro suceso-- dijo doña Marcela en un tono de voz muy decidido.

--Doña Marcela, yo no quisiera...- sentí que se me quebraba la voz.

-- No es que usted quiera, Beatriz. Somos mujeres adultas y merecemos cerrar los asuntos. ¿O es que usted piensa salir huyendo?, ¿O me va a negar que están juntos cuando yo ayer claramente vi cómo se besaban en el elevador?-- la última pregunta la dijo con la voz cortada, queriendo frenar sus sollozos.

-- No, no se lo voy a negar, al fin de cuentas usted para eso me contó la verdad, ¿o usted tenía otros planes?-- le regresé las preguntas dolorosas.

Doña Marcela se quedó en silencio, solo haciendo ademanes para que el mesero le llenara la copa y mirándome muy pensativa.

--Quiero que me cuente a detalle qué pasó entre ustedes.-- se inclinó a mí, para no levantar la voz-- necesito que me cuente qué hizo con él, cómo vivieron las cosas, porque yo necesito entender qué le ofreció usted que yo no pude.--

Se me cerró la garganta. Quise pararme y correr, salir de ahí para no dar explicaciones, para no abrirle heridas, para que dejáramos esto como si no pasara. Ella estaba demasiado decidida.

--Yo preferiría no hablar de eso-- dije muy bajito, la voz no me salía.

--Es que no es lo que usted prefiera, Beatriz. Yo ayer que le conté lo qué pasó Armando en su ausencia, no pensé en lo que yo prefería, hice lo que me dolía y me incomodaba, pero era para ayudarla. Ayúdeme entonces, cuénteme y termine de abrirme la herida para que yo me pueda ir libre de dudas, sabiendo la verdad y arrancando de raíz este horrible dolor, por favor, Beatriz-- dijo con un tono muy doliente, las lágrimas eran evidentes.

No queda de otra.

--Yo... yo ya estaba enamorada de él casi desde que lo conocí-- agaché la mirada, si le iba a contar, no podría mirarla-- mi incondicionalidad, mi defensa y todo, eran porque yo lo amaba. Me gustaba que él me defendía de todos, de usted, de su hermano.-- ella me miraba muy insistente, hacía mi voz más temblorosa-- Yo nunca busqué lastimarla o ser su celestina, yo solo quería cuidarlo, ayudarlo.--

--Sabe, Beatriz, me di cuenta que eso tenemos en común, que dejamos que él nos use, que se aproveche de nosotras por la ceguera de amor a la que nos sumerge.--

No era verdad, nosotras nos dejábamos, no podríamos culparlo a él solamente, pero decidí ignorar su comentario y tratar de seguir contándole.

--Él siempre defendió mi trabajo, siempre buscaba mi presencia como si yo fuera un pilar que sostenía sus ideales. Que me quisiera cerca siempre me mataba, me hacía crecer la ilusión. Yo estaba consciente que él nunca se fijaría en mí, que él era codiciado por las mujeres más bellas, pero yo me conformaba con tenerlo cerquita, como cuando uno se enamora del personaje de una película, que sabe que no lo puede tener, pero se conforma con solo verlo.--

No solo le abría las heridas a ella, me las comencé a abrir a mí sin querer.

--Después pasó lo del embargo preventivo, yo jamás pensé en siquiera adueñarme de un solo lapicero de Ecomoda, se lo juro.-- Armando, donde estás ahora que necesito que me consueles-- y una noche, después de que Don Armando se enterara de Nicolás y después de consolidar el plan... me besó--

Locura Mía (1)Where stories live. Discover now